Así se vivió el apagón en la residencia de mayores Ballesol Badalona

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Ballesol Badalona

El pasado lunes 28 de abril, un gran apagón afectó a toda España, Portugal y parte de Francia. En la residencia de ancianos Badalona de Ballesol, donde viven 160 personas mayores, se vivió con calma y buena organización gracias al trabajo del equipo y a la ayuda inesperada de una pequeña radio antigua.

Un apagón inesperado que puso a prueba la calma y la organización

Todo empezó cuando, de repente, se fue la luz. Eva Sánchez, directora de las Residencias de ancianos en Barcelona, estaba trabajando cuando los ordenadores y demás aparatos se apagaron de golpe. Por suerte, el generador eléctrico se encendió en apenas cinco segundos y permitió seguir con las tareas esenciales.

Aunque no duraría para siempre, fue suficiente para que la residencia siguiera funcionando con normalidad.

“Nos dimos cuenta de que no era solo cosa nuestra cuando salimos a la calle y vimos que tampoco funcionaban los semáforos ni los edificios de alrededor”, cuenta Eva. En medio de tanta incertidumbre, fue muy útil un viejo transistor de uno de los residentes. A través de él, escucharon las noticias y pudieron entender lo que estaba pasando. “Nos ayudó mucho más que cualquier móvil o pantalla”, dice entre risas.

Una vez comprendieron la situación, empezaron a actuar con cuidado. Lo primero fue reducir el consumo de electricidad para alargar al máximo la duración del generador. Así se garantizaba lo más importante: conservar los medicamentos en frío, mantener funcionando las máquinas de oxígeno y asegurar la comida de todos.

También pensaron en los ascensores, fundamentales en un edificio de varias plantas donde la mayoría de los residentes no puede subir escaleras. Como medida preventiva, se llevó a los usuarios a sus habitaciones antes de que anocheciera. Incluso se sirvió la cena allí, para que todo estuviera listo en caso de que fallara la luz más adelante.

El único inconveniente para muchos fue no poder ver sus programas favoritos en la televisión. Aun así, todo se vivió con serenidad.

Lo que más preocupó a Eva fue no poder informar a las familias durante el apagón. “Sabíamos que estarían preocupadas y no podíamos llamarlas ni enviar correos”, explica. Algunas se acercaron en persona a preguntar, otras ofrecieron su ayuda. Cuando volvió la conexión, lo primero que hizo fue escribirles una carta para contarles todo lo ocurrido y transmitirles tranquilidad.

Por último, Eva quiso agradecer la actitud ejemplar de los trabajadores del centro y de los propios residentes. “Estas personas ya han vivido muchas cosas difíciles en su vida, y una vez más demostraron su fortaleza. ¡Son unos auténticos héroes!”, concluye con emoción.

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