La digitalización impacta en todas las empresas, por lo que la adaptación a ella ya no representa una opción. Nos enfrentamos a un futuro apasionante, pero también al desafío de interiorizar una nueva cultura empresarial que requiere repensar e implantar tecnologías nuevas, tanto médicas y de tratamiento, como de conectividad. Solo así seguiremos siendo competitivos.
Transformación no solo para hacer más eficiente nuestra organización, a través de nuevos esquemas de trabajo, sino también para ofrecer servicios acordes a las necesidades actuales, tanto de los residentes como de sus familias, evitando las modas o las tendencias tecnológicas que no aportan un valor real.
Y en ese proceso evolutivo, la innovación tiene que actuar como base. Innovación interna, orgánica, y también innovación abierta a terceros, pero siempre teniendo como objetivo la mejora de la calidad de vida de los residentes y una mejor comunicación con su entorno familiar.
Nuevas aplicaciones, terapias avanzadas basadas en el talento y la creación, tratamientos de última generación para que, ya no solo como Ballesol, sino también como sociedad, nuestros mayores puedan disfrutar de una vida cotidiana digna, fomentando, “los avances en el conocimiento, en el proceso de envejecimiento humano” (en palabras de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología).
Y todo ello, debe ir de la mano del talento, la profesionalidad y la cercanía que, en el caso de Ballesol, no pueden faltar nunca y constituye, junto con la innovación, el eje conjunto sobre el que debe pivotar nuestra actividad futura.
En definitiva, sin perder de vista la sabia perspectiva que nos ofrece el espejo retrovisor, toca mirar al horizonte para detectar oportunidades de mejora que redunden en beneficios globales, no solo para nuestros públicos, sino también para la sociedad en general y el país en su conjunto.