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BALLESOL. PROYECTO PARA UNA EXPOSICION

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CUADRO DE HONOR José Antonio Marina
CUADRO DE HONOR José Antonio Marina

Les animo a colaborar para organizar una exposición de retratos, con un tema que nos interesa mucho. Retratos de personas que hicieron algo notable cuando tenían más de 70 años de edad. No hace falta que sean famosos, sino que hayan conseguido un objetivo importante, que puede ser educar a un nieto o tener el rosal más esplendoroso.

Hoy voy a mencionar a los tres primeros protagonistas, en esta ocasión famosos. El violonchelista Pau Casals, el pintor japonés Hokushai y Antonio Mingote. Cuando Casals tenía noventa y un años, un estudiante le preguntó: “Maestro, ¿por qué continúa practicando?” A lo que Casals respondió: “Para progresar”. Hokushai (1760-1849), un extraordinario pintor, escribió a los 75 años una peculiar autobiografía: «A la edad de cinco años tenía la manía de trazar líneas. A la edad de 50, había producido un gran número de dibujos. Con todo, ninguno tuvo un verdadero mérito hasta la edad de 70. A los 73, finalmente, aprendí algo sobre la verdadera forma de las cosas, pájaros, animales, insectos, peces, hierbas o árboles.

Por lo tanto, a la edad de 80 habré hecho un cierto progreso. A los 90 habré penetrado el significado más profundo del mundo. A los 100 habré llegado finalmente a un nivel excepcional. Y a los 110, cada punto y cada línea de mis dibujos poseerán vida propia».

En 2010, escribí un libro -Breve historia de la pintura- con el genial dibujante Antonio Mingote, que tenía en aquel momento 91 años. Para mi, trabajar con una persona tan mayor, con tanta vitalidad y tanta juventud, fue una experiencia divertida, estimulante y creadora. Era estupendo ver como se entusiasmaba con cualquiera de las sugerencias que le hacía.

Lo que unía a esos personajes era el deseo de progresar, algo que parece lógico perder con los años. Y que, sin embargo, es un elemento importante del bienestar. Ya saben que después de trabajar tantos años con niños y adolescentes, ahora me interesa elaborar una “pedagogía de la ancianidad”. En la escuela sabemos que un ambiente rico en estímulos, mantiene vivo el deseo de aprender, la curiosidad, el ánimo. La neurología nos dice que encontrarse en entornos deprimidos favorece la depresión. Por ejemplo, la interacción social es fundamental para mantener en buena forma el cerebro. Un gran neurólogo, Elkonon Goldberg, ha escrito un interesante libro sobre como la edad puede mejorar el cerebro. Eso es lo que nos interesa. Recomienda que las personas de edad utilicen las nuevas tecnologías -Internet, teléfonos inteligentes, redes sociales-, porque les fuerzan a aprender y facilitan la comunicación. Me gustaría organizar un “club on line”, un lugar virtual para personas de edad, en donde, a través de internet, pudieran conversar con otras personas de aficiones parecidas, hacer proyectos conjuntos, y, en ocasiones, poder tener encuentros reales.

Hay otra línea de practicas escolares que espero que tenga éxito al aplicarlas a la ancianidad. Los niños, además de sus maestros, pueden tener un “ayudante digital”, un programa de ordenador o de teléfono que le acompaña durante todo su proceso educativo. Les ayuda a progresar. En el caso de los ancianos haría una cosa parecida: mantener viva su capacidad, ayudar a su memoria, mantener las relaciones.

Creo que les conté en alguna ocasión la historia del conductor de caravanas, pero no me importa contárselo otra vez. Cuenta una historia antigua que una caravana de diez camellos andaba por el desierto. Ante la proximidad de una tormenta de arena, el jefe ordenó a su criado que atase a los camellos. “Solo tengo cuerda para nueve”, dice el criado. “¿Qué hago con el décimo?”. “Haz como que le atas”, respondió el jefe. Así lo hizo. A la mañana siguiente, el criado vino muy agitado: “Señor, el camello que no até no quiere levantarse”. “¿Lo has desatado?” “No, señor, porque no lo até realmente, solo fingí que lo hacía”. “Pues ve, y finge que lo desatas”.

Así lo hizo el criado, y el camello, liberado de esas irreales ataduras, se levantó y corrió hacia sus compañeros. En muchas ocasiones estamos atados por ligaduras que sólo están en nuestra imaginación, aunque actúan como si fueran reales. Pero con frecuencia no podemos liberarnos de ellas solos. Por ello es tan importante poder relacionarse, colaborar con otras personas para liberarse mutuamente de esas ataduras. El “club” sería una buena idea. Por ello les seguiré teniendo informados de cómo va. Y no se olviden de mandarme retratos de personas de más de setenta años que hayan hecho cosas importantes, aunque sea mantener la alegría. Podremos incluirlos en la exposición.

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