Afirman que “la experiencia es el único profeta de los hombres sabios”. Y eso es lo que nos aportan estos testimonios. En esta historia hay una mezcla de fidelidad y compromiso desde el primer momento, aquel que todos ellos eligieron para renovar sus vidas, o eso esperaban hacer cuando llegaron por primera vez a Ballesol. Eso sí, les diferencia del resto que fueron los primeros. En la decisión de cada uno de ellos caben diversos motivos y necesidades, “lo decidimos en familia y por una vez nos pusimos de acuerdo”, “porque me hablaban maravillas de las actividades de ocio”, “fue el mejor consejo que me dio una amiga” o “soy muy exigente y Ballesol era la única adecuada a mis objetivos”… Hablan desde el conocimiento, ya que llevan más de una década en un centro Ballesol, y por lo que traslucen sus rostros, se siguen sintiendo felices en estos momentos. “Aunque siempre existen dudas de cómo evolucionará todo siendo de las primeras en llegar a una residencia, sabes que en otras de Ballesol cercanas a la tuya la atención y el cuidado es profesional y dedicado”. En todos ellos hay un recuerdo que se mantiene inalterable, “ver cómo llegan familias con un residente, comprobar que la residencia crece en número de personas y en VIDA, que hay vínculos mucho mayores que los propios de la edad”. Recalcan y en mayúscula esa palabra, VIDA, porque lejos de estereotipos o prejuicios infundados, “aquí hay presente y mucho futuro” coinciden sin ambages y con la perspectiva que da la experiencia.


Dª. Esperanza Garrido se pasaría todo un día en el jardín de Ballesol Francisco de Rojas, “es que es muy difícil ver tanta zona verde en el centro de Madrid”, comenta mientras huele un geranio al que le ha echado el ojo como su favorito. Llegó hace dieciséis años, inquieta y curiosa, recuerda que sintió ese cosquilleo de palpar que algo bonito estaba comenzando en su vida. En los primeros años ya estaban Charo Gutiérrez, la directora, y María Luisa Lameiras, supervisorade este centro, que aún evocan uno de esos primeros días en los que una residente se levantaba todas las noches de la cama “para venir a cenar con nosotras y compartir sus recuerdos de juventud”. Ahora se entiende cuando se habla de que “aunque tengamos nuestra propia familia, aquí hay otra con la que se comparte experiencias, conocimientos, cosas nuevas”, explica Dª. Esperanza, animada con seguir dando la bienvenida a más personas para que vean “el ambiente, el jardín, las actividades y las diferentes fiestas que se organizan, aunque creo que lo mejor que tiene este centro de Ballesol Francisco de Rojas es la calidad humana del personal”.


Diciembre de 2007. La memoria de Dª. Pilar Naranjo está fresca y activa. Recuerda que en esa fecha llegó a Ballesol Puerta del Carmen de la mano de su marido, D. Epifanio
Larriba y sus hijos. “Entonces éramos nueve personas… y ahora noventa, imagínate el movimiento de personas que he vivido”. “Los días de apertura en una residencia Ballesol –añade Sonia Martínez, la directora- son intensos, hay nervios, personal nuevo, llegan los primeros residentes… son instalaciones muy grandes que requieren cierto rodaje para ver que todo funciona correctamente”. Y es que en esa evolución Dª. Pilar siempre ha estado muy presente, “es verdad, y se lo agradezco siempre que puedo”, confirma la directora de Ballesol Puerta del Carmen, que siempre la pregunta “qué le parece si cambiamos algo de la decoración, dónde y cómo poner el árbol de Navidad…”. Y es normal si hablamos de la más “veterana” del centro, que a sus 96 años sigue atendiendo a los residentes nuevos que llegan para que no les falte de nada, y menos compañía y una “nueva familia” con la que disfrutar, como hace todas las semanas ella cuando llegan sus hijos Juan, Pilar y Fernando con todos los nietos.


Si quieres un consejo, habla con Dª. Carmen. Si hace falta una mano para una buena acción, cuenta con ella. Si hay que moverse, también. Es lo que tiene haber llegado la primera a los apartamentos tutelados de Ballesol B60 en Pozuelo en el año 2000 y dos días después de la inauguración, “que el compromiso y la fidelidad te acompañan siempre”, afirma delante de la directora, Paula Martín, que rápidamente interrumpe con perspicacia: ¿a ver qué vas a decir? “Pues que elegí Ballesol porque no quería tener una persona en casa que terminase mandándome –señala que se valía por sí misma, pero que el ánimo a veces flaqueaba- y con sólo ver la comodidad y la terraza del apartamento número 14, que aún mantengo, terminé por decidirme”. El paso de los años en Ballesol la ha propiciado amigas y residentes como Dª. Catalina y Dª. Pepita, profesionales “que han sabido mantener la filosofía de cariño y cercanía” incluso alguna leyenda infundada sobre si realmente era ella la directora, por esa inquietud constante de ahorrar luz y dejar todo en su sitio, “pero no, nunca me he llevado una comisión, ¿verdad Paula? La confianza entre las dos ha ayudado mucho en la gestión diaria de esta residencia, “conocer al residente, sus inquietudes y deseos, acercarte a sus necesidades” son aspectos tan personales que muchas veces ayuda escuchar la experiencia y conocimiento de personas como Dª. Carmen para encontrar la mejor respuesta, agradece sinceramente la directora. Y es que después de dieciséis años aquí, Dª Carmen es una institución, dispuesta en todo momento a echar una mano, pero siempre después de “levantarme y haber hecho bicicleta en la pedalina mientras rezo el rosario”.


“El paso de los años es inevitable, envejecer es opcional…”, sentencia D. José Ramos, que presume de llevar diez años en Ballesol Almería, como de su carácter inquieto y su afán para que todo salga bien. “Siempre he dicho que es una residencia extra y adecuada para desarrollar mi jubilación, desde entonces he contemplado cómo ha ido superándose en cada momento para ofrecer el mejor servicio a los mayores”. Aún recuerda “la entrevista del médico con sus preguntas capciosas sobre que si sabía quién gobernaba España”. Ahora se ríe a carcajadas cuando evoca esas escenas porque está convencido que su condición de residente más antiguo le asegura “un trato de benevolencia por parte de los directivos de Ballesol y de los residentes”, susurra pícaramente al tiempo que mira a Maika Cortés, la directora de Ballesol Almería, que refrenda sus palabras. “Es una institución y un ejemplo para los 140 residentes que están aquí”. Y se incluye ella misma desde el día que llegó y le presentaron a D. José. “Bienvenida y por muchos años, ten paciencia con nosotros, pero tranquila que te ayudaré”, cuenta que le dijo. Una complicidad mezcla de respeto y cariño hasta el día de hoy.


La imagen se repite todos los días. Dª. Agustina Petit sale de la habitación 415, la misma del primer día, la que eligió al llegar en 2006. Va a la lavandería a pedirle su ropa a
Manoli, pasa por la recepción de Ballesol Tres Cantos y regala a Nieves, la recepcionista, una fruta. “Estoy en mi casa”, dice mientras prosigue su día con un paseo de una hora antes de desayunar. “Tengo 89 años y hay costumbres que no vamos a cambiar”. Llegó la primera al centro junto a su hermana, se trajo la máquina de coser, “y lo que hubiese querido” asegura, mientras recuerda que antes estuvieron en otra residencia “mucho más pequeña, con menos zonas verdes, actividades…”, al tiempo que reafirma su satisfacción con un “estoy REQUETEBIEN”. Y como está en su casa, nos explica que todos los días ayuda a poner las mesas del desayuno, por eso de hacer una buena acción diaria. De ello es testigo Sonia Fernández, la directora de Ballesol Tres Cantos, que recibe “como un regalo cualquier sugerencia de Dª. Agustina”, a la que se la quiere por cómo es y por transmitir el sentimiento de familiaridad, cariño y optimismo al resto de sus compañeros. “Gracias por todo lo que has hecho, desde el primer día”, dedican con aplausos los profesionales de esta residencia a una mujer única.