martes, abril 16, 2024
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ENTREVISTA A CARMEN POSADAS

Debe dar un cierto vértigo, cuando una novela como “Pequeñas infamias” es traducida al inglés y nada menos que el New York Times dice que es “una delicia que se derrite en la boca sostenida sobre una ácida y sorprendentemente trama de misterio”. Y el Washington Post añade que es  “una novela que lo tiene todo, un decorado elegante, una construcción espacio temporal perfecta, unos personajes intrigantes y una escritura maravillosamente trabajada”. No por eso Carmen Posadas adquiere aires de divismo, sino que se esfuerza, además, por no parecerlo. Es cercana, mucho más de lo que su imagen pública difunde. Y, desde luego, desprende elegancia por los gestos, por las palabras y por la mirada.

Pese a sus colaboraciones en la prensa y sus muchos libros, no parece que el gran público tenga la idea de que Carmen es una de las autoras latinoamericanas más destacadas de su generación, como dijo de ella Newsweek. Pocos autores podrán decir que están traducidos a 21 idiomas.

No le importa confesar su edad. “Todo el mundo sabe, en cuanto quiera mirarlo, que nací en 1953. Así que, por ahora, tengo 55 años. ¿Para qué vas a quitarte años? Yo prefiero que digan: «¡Qué bien está para su edad !», que quitarme años y que digan que estoy hecha polvo.

Carmen Posadas: la elegancia en los gestos, las palabras y la mirada

Recorriendo el mundo

Toma un largo té con hielo y charlamos de su infancia . Nace en Montevideo, hija de un diplomático y por la profesión de su padre recorre medio mundo. Está en Uruguay hasta los 12 años. Supongo que muchos recuerdos de entonces…

C.P.- Más que cosas concretas, recuerdo sobre todo, el cambio. Uruguay era por aquella época mucho más avanzado que España. Hablo de la España que me toco vivir, la de 1965. Había una gran diferencia. La España que me encontré era una España en blanco y negro, un país como de luto. Nosotros vivíamos en la zona del estadio Bernabéu que era cañada real y por allí pasaban continuamente las ovejas… Me costó adaptarme. Y lo que son las cosas: ahora es totalmente al revés. Ahora se puede constatar que España ha avanzado muchísimo y que sin embargo, Uruguay se ha estancado…

Carmen Posadas: la elegancia en los gestos, las palabras y la mirada

Después, el mundo: Argentina, España, Inglaterra, Rusia… ¿Qué palabra definiría mejor la Rusia que conoció?

Rusia, que entonces todavía era la URSS era un gigante con los pies de barro. En algunas cosas era el orgullo de una parte del mundo; pero en muchas otras era un desastre. Era, por ejemplo, puntera en la carrera espacial; sin embargo en las cuestiones de la vida diaria había muchísimas carencias, todo funcionaba mal. Todo, hasta el espionaje…, señala sonriendo.

¿Y de Argentina?

Es que en Argentina vivimos una temporada auténticamente surrealista; vivimos , por ejemplo una tensión que estuvo a punto de una declaración de guerra con Chile; incluso nos dijeron que hiciéramos acopio de víveres para la subsistencia. Y pasado ese momento volvimos a vivir algo realmente dramático. Nosotros veraneábamos en Punta del Este. Y comprobamos cómo hasta la costa iban llegando cadáveres que parecían de personas chinas. Era inexplicable. Luego supimos a qué era debido. Estábamos en plena dictadura militar y aquello era el resultado de los “escuadrones de la muerte”. Los cadáveres pertenecían a los argentinos que arrojaban al mar desde los aviones. Aparecían hinchados y con los ojos rasgados: como chinos…

Yo creo que es necesaria una reflexión sobre la vejez porque ese culto permanente a la juventud es irritante. Cada edad tiene su belleza.

Amarga experiencia. ¿Y de Inglaterra?

Yo le tengo muchísimo cariño a Inglaterra; cómo será que hasta yo misma le pedí a mis padres que me enviaran interna a aquel país. Siempre fui muy anglófila. Luego con los años –y con la experiencia– te das cuenta de que los ingleses son muy localistas y sufres una cierta decepción.

Y de España?

¿Qué te voy a decir de España? Aquí fijé mi residencia, es el país en el que más años he vivido y sin duda en donde me siento más a gusto.

“Yo todo lo hice al revés”

La imagen de chica distinguida, ser hija de diplomático, conocer medio mundo… todo ello parece componer la imagen de una “niña bien”.

La verdad es que me lo han dicho muchas veces, como un reproche. “Niña pija”, para estar con el lenguaje de hoy. Las etiquetas te tocan y poco puedes hacer por evitarlas. Lo lógico para esa niña bien que dices sería el bridge o pasarse el día en un campo de golf. Desde luego no es la etiqueta ideal para dedicarte a la literatura. Quizá por eso me costó mucho tener credibilidad como escritora. Y eso que mi primer libro se tituló “Manual del prefecto arribista”. Era 1987. Yo vivía entonces en Londres. Y mira qué casualidad: cuando salió el libro yo ya estaba casada con Mariano (Mariano Rubio, ex gobernador del Banco de España ) y además era “sudaca”, de manera que sin quererlo, me convertí en la perfecta encarnación de la arribista.

Y dice “sudaca” sin complejo alguno. Ella y un grupo de mujeres de distinta procedencia americana han formado el grupo “Sudacas reunidas”. ¿Y cómo se siente la vocación de escribir?

La hipocresía es necesaria. Esa gente que dice que no tiene pelos en la lengua, lo que no tiene es educación.

Mira, yo todo lo hice al revés. Por ejemplo, me casé con 19 años. Dejé los estudios y cuando ya mis hijas fueron un poco mayores, me encontré con que debía retomar mi vida y empezar por estudiar. No sabía realmente qué hacer. Intenté de todo. Incluso escribí a un anuncio del periódico que decía “Hágase rico cultivando champiñones”. Bueno, fue una catástrofe, claro. La verdad es que yo leía mucho, como todos mis hermanos. En casa, con el ejemplo de mi padre, se leía constantemente. Y sería hacia 1983 cuando me apunté a un curso de literatura. No es que te enseñen a escribir; sino que te enseñan la técnica y te incitan a la imaginación. Ya había publicado un cuento para niños y el reto que me había propuesto era cambiar de registro. Y necesitaba un apoyo, porque soy una persona llena de inseguridades…

No lo parece

Sí, sí. Soy insegura y muy, muy tímida; casi te diría que de una timidez patológica. Y muchas veces creo que por eso puedo resultar distante; pero es timidez que a veces se puede confundir con soberbia.Estoy convencida de que la timidez no se cura nunca. Lo que pasa es que con los años van aplicando trucos para que no se note.

¿Es distinta la literatura infantil o juvenil de la literatura para adultos?

Sí, sin duda. Suele decirse que escribir para niños es más difícil. Y la realidad es que si consigues retener la atención de un niño, sin duda puedes retener la de un adulto. Sobre todo, porque hablando de literatura infantil y juvenil tienes que competir con la tele, con la consola de videojuegos, con el ordenador… Ya te digo: si logras la atención de un niño, tienes el camino hecho para lograr la atención del mayor. Y eso que hoy los niños prácticamente no leen. Es curioso. Para los tímidos como yo, la lectura era un espléndido refugio. Te aislabas, y además respetaban tu aislamiento; no tenías que participar…

Tienes un libro para conjurar fantasmas amorosos: “El síndrome de Rebeca”. Danos una guía.

Mira: la tesis del libro (más o menos) es que así como te influyen los padres en muchas cosas, también te influye el fantasma de un amor anterior. Y claro, trato de explicar cuáles son esos fantasmas. Porque hay dos tipos de personas: los que quedan enganchados con un determinado perfil o, como me pasó a mí, que salí tan escaldada de mi primer matrimonio que busqué algo diametralmente opuesto. Pero a mucha gente le siguen, le influyen, le condicionan esos fantasmas. Y además, debo decirlo, los fantasmas son poderosísimos. Y perfectos, porque así los creamos. La idea del título viene de la película Rebeca que, como bien sabes, está presidida por el fantasma…

Y llega “Pequeñas infamias” que supone, además del Premio Planeta, el lanzamiento de una autora de envergadura… ¿Está el mundo hecho de pequeñas infamias, o sólo de medias verdades, que son mentiras?…

Es que todo el mundo tiene su pequeña infamia. Y para cubrirla, para taparla, suele acudir a hacer otras infamias aún mayores. Para que te des una idea: la chispa surgió cuando el escándalo de Clinton y Monica Lewinsky. Una infamia. Bueno, pues para tratar de cubrirlo, cometió otras muchísimo peores. Ésa es la enjundia de la novela.

Y el público lector lo comprende, porque ha sido una de las novelas más leídas, más traducidas, más elogiadas… ¿Crees que la hipocresía es necesaria para la convivencia?

Yo creo que sí. Y hay una frase de la Rochefoucauld que me gusta mucho; dice que la hipocresía es el tributo que el vicio rinde a la virtud. Yo creo que sí, que es necesaria para dulcificar la convivencia. Esa gente que dice que no tiene pelos en la lengua, lo que no tiene es educación.

He leído que no te has recuperado aun de la muerte de tu padre y de tu esposo…

Yo creo que ya sí. Digamos que espero que sí. Yo soy muy voluntarista y no me gusta nada ser víctima. Para mí fue muy duro, debo confesarlo. Mi padre y mi marido se me murieron en un plazo de dos meses. Y no es fácil encajar el golpe. Creo que lo superé escribiendo “La Bella Otero”. Me ayudó mucho y realmente le estoy muy agradecida. Porque viajé siguiendo sus pasos, recabando información, viendo sus escenarios… Y eso me distrajo de aquella realidad.

¿Tiene eso alguna relación con tu presencia en la campaña por la detección precoz del cáncer de colon?

¡Claro! Mariano murió de cáncer de colon. Así que cuando me propusieron dar imagen y voz a la campaña de prevención de este tipo de tumores, me sentí en la obligación de hacerlo. Y me gustaría haber puesto mi granito de arena en difundir la necesidad del diagnóstico precoz. Así como la mujer ya tiene asumida la revisión y la mamografía, también deberíamos ser conscientes de la necesidad de prevención y diagnóstico temprano del cáncer de colon. Que además tiene pruebas muy sencillas de detección de sangre en heces…

Cosas del amor

En algún sitio has dicho que hay un concepto muy Hollywood de lo que es el amor y que confunde el amor con la pasión.

Sí. Suelo decir que la pasión es la chispa que enciende el amor y que como tal chispa dura muy poco. Hay quien ha hecho el cálculo y dice que científicamente dura unos dos años y medio. Es verdad que la pasión es maravillosa pero se debe reconducir hacia otro tipo de sentimiento, más sereno y pleno, que se llama amor. Si no se convierte en eso, se transforma entonces en obsesión.

¿Y por qué dices que el amor es un oficio? Puede parecer que lo consideras como una profesión.

Hablo de que es un oficio, porque el amor hay que currárselo mucho. Hay que cuidarlo y trabajarlo todos los días. Como una plantita. Y es cosa de dos. Y no decir, como se hace habitualmente cuando el amor falla, que la culpa es del otro.

¿Se enamora quien quiere o quien puede?

Creo que es bastante involuntario. El amor tiene, sin duda, un componente irracional considerable. Y como decía Ortega, la elección casi nunca es inocente, siempre es por algo. Ese “idiota” tenía algo, aportaba algo  que a lo mejor necesitabas en ese momento; se elige incluso al canalla o al imbécil, pero siempre por alguna razón.

¿Qué diferencias encuentra en el amor que siente una mujer y el que siente un hombre?

Son muy distintos. El hombre tiene el primer impulso por la conquista y luego ya no tiene tanto interés. En la mujer ocurre lo contrario. Ella tiene que estar pedaleando siempre. Mira: todas las actitudes humanas se entienden mejor en el mundo animal. El pavo real – y no te ofendas – expone muy bien el concepto que quiero decir. Conquista con la cola, va a la conquista. Y cuando la consigue, pliega sus plumas…

Carmen: ¿Es cuestión de imaginación o conoces tan bien a los hombres como demuestras en tus novelas? Con una sonrisa que es casi carcajada, apostilla:

Soy buenísima en la teoría; pero en la práctica soy un desastre.

Has escrito para niños, la bellísima historia de amor entre Antonio Machado y Leonor. ¿Cómo se puede contar a un niño el amor de un hombre triste de 35 años y una niña de 14?

Era un reto bastante grande. Porque realmente, era un infanticidio. Y además, tenía que terminal mal porque ella se muere un par de años después. ¿Cómo escribirlo para los niños? Pues había que hacerlo. La suerte es que se trata de un cuento de prescripción escolar por lo que los profesores lo van explicando; y eso abre a los niños la curiosidad por el poeta. Porque además es un poeta muy cercano.

Hablando de gastronomía

Con su hermano Gervasio, ha escrito un curioso libro de gastronomía, contando sus experiencias culinarias por el mundo. “Hoy, caviar; mañana, sardinas” (RBA),  que en síntesis recoge anécdotas y recetas de su madre y las experiencias  de haber comido en muy buenos restaurantes, en muchas embajadas y en muchos cócteles… ¿Dónde ha comido mejor?

En España, sin duda.

¿Cuál sería su menú  ideal? Es decir, supongamos que tenemos a mano la gastronomía del mundo. Elíjanos un menú  completo.

Es difícil, porque la amplitud que puede haber es inmensa. Quizá empezaría por unos canapés de caviar. Y luego, salmorejo. Estoy absolutamente enganchada al salmorejo. Después,  un plato al que habría que hacerle un monumento: una buena tortilla de patatas. Dejémoslo en un pincho. Y luego, debido a mi origen, carne: un buen entrecot. De postre panqueques de dulce de leche y helado.

¿Y para beber?

Para beber lo estropeo todo: lo que más me gusta es el vino blanco de Rueda… pero con hielo.

El dinero es la base de todas estas cosas?

La frase de Mafalda ya es clásica: “el dinero  no da la felicidad, pero se da muy buena maña para imitarla”. Pero no siempre hace falta el dinero para tener un lujo. Yo considero que el lujo es poderse permitir lo que uno quiere. Y no hace falta soñar con yates. Basta , por ejemplo con un libro, un paisaje, un poco de tortilla… El mayor lujo,  de verdad, es el tiempo.

Los años

Ya dijimos que no le importa confesar su edad. Y  no le gusta mirar al futuro.

Nunca hago planes. No me atrevo a soñar. No es que sea pesimista: digamos que soy una optimista informada. Pero no me gusta imaginar futuros. Me he puesto siempre metas muy cercanas. Ir de balcón en balcón, como el gorrión que cantaba Serrat. Las alturas me dan un poco de vértigo.

¿Cómo ve o cómo siente el paso de los años?

Antes lo llevaba fatal. Cuando era niña pensaba que me debería morir cuando cumpliera los 30 años. Ahora ya lo veo de otra forma, claro. Y me ayudó mucho escribir “La Bella Otero”, porque toda su vida giraba en torno a su belleza. Y murió a los 97 años con una vejez muy digna. Yo creo que es importante y necesaria una reflexión de este tipo, porque ese culto permanente a la juventud es irritante. Cada edad tiene su belleza.

¿Es de las que mira hacia atrás o prefiere siempre mirar hacia adelante?

No miro nunca hacia atrás. Miro hacia adelante en un intento de vivir, sobre todo, el presente. Y lo procuro, aunque entiendo que es difícil.

Seguro que tiene en su entorno a alguna persona mayor. ¿Cómo ve la vejez? ¿Se la imagina en usted misma?

Me gustaría envejecer con dignidad y tener mi vida ocupada. Creo que no lo voy a tener muy difícil, porque mi ocupación permanente es la de leer y la de escribir. Pero claro, soy consciente de que hay que prepararse para esa vejez. No nos hacemos viejos de repente. Tenemos muchos años para preparar esa tercera edad.

Y los libros

¿A escribir se aprende? Porque usted dice que fue a un taller literario cuando ya su hija pequeña fue mayor y se quedaba con mucho tiempo libre.

Si, se puede aprender. Es verdad, como te decía antes, que escribir requiere una parte de talento; pero tiene también una parte muy considerable de oficio que sí se puede aprender. Es un oficio.

Y ahora,  con oficio, pacientemente está tejiendo la intriga de una nueva novela, un thriller, ¿Cuál es tu sistema de trabajo?

Soy muy disciplinada y me impongo horarios de oficinista. Me levanto temprano y escribo hasta el medio día. O en el libro, o algún artículo que tengo que entregar… Y cuando estoy en la etapa previa a la redacción como tal, me encanta recopilar documentación.Me gusta mucho ese momento del proceso, porque te metes en una época, te metes en unos ambientes fascinantes, y no tienes que inventar nada, porque la realidad supera muchas veces lo que puedas imaginarte.

Es de suponer que “La Cinta Roja”, su última novela, le habrá obligado a  estudiar la Revolución Francesa a fondo…

Sí , pero fue muy divertido meterse en ella y sobre todo buscar detalles, buscar la pequeña historia de la historia grande. Por ejemplo, investigar sobre los sistemas anticonceptivos que se utilizaban  o contar cómo el Marqués de Sade tocaba una trompeta que había hecho de un orinal.

Hablamos de sus libros. ¿Destacar uno? Es imposible. Dice que es como cuando le  preguntan a una madre a que hijo quiere más. No se puede saber. A cada libro le tienes tu cariño por algo.

Las “Moscas azules” porque fue el primero, “La Bella Otero”, por todo lo que me enseñó, “Pequeñas infamias”, por lo que supuso…

Y hablamos de la inteligencia

Creo que la cualidad más relacionada con la inteligencia es la curiosidad. Esa es la base. Y después poder relacionar, ligar una cosa con otra. Preguntarte continuamente POR QUÉ y tratar de encontrar respuestas.

¿Y el humor?

Imprescindible. Fundamental. La vida es demasiado seria como para tomársela en serio.

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Redacción Revista Ballesol
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Equipo de redacción de la Revista Ballesol
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