CONCHA VELASCO

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YO SIEMPRE VEO LA BOTELLA MEDIO LLENA

Concha Velasco tiene una sonrisa contagiosa y un optimismo que brilla en sus ojos chispeantes. Se define como una mujer normal en todos los sentidos y presume de tener los pies en el suelo y de medir con exactitud su dimensión profesional. Irradia alegría “pero tengo que ponerme seria antes de las grabaciones de Gran Hotel, por ejemplo; porque si no me pongo seria, el brillo de los ojos me traiciona”.

Está de gira con “Concha, yo lo que quiero es bailar”, graba la serie de televisión y presenta “Cine de barrio”. Pero tiene tiempo para charlar con nosotros y mostrar una vez más su simpatía, su cordialidad y, cosa rara para una primerísima actriz, su humildad. La conversación es larga y distendida. Uno diría que su palabra es tan cordial que esta entrevista es la transcripción casi literal de nuestro diálogo. Gracias, Concha.

CONCEPCIÓN VELASCO VARONA

Nació en Valladolid y no tiene ningún reparo en confesar que tiene 72 años. Empieza a trabajar como bailarina en el Ballet de la Compañía Nacional de Opera y después como bailarina flamenca en la compañía de Manolo Caracol. A los 16 años ya hace alguna película. En su haber tiene más de 100 largometrajes y pasa con extraordinaria facilidad de la comedia al drama.

«Miro al pasado con gratitud y con amor, pero soy una mujer de presente»

En televisión dio muchas muestras de su saber hacer tanto en series como presentando programas especiales. Y en teatro, además de interpretar varias obras de Antonio Gala, escritas especialmente para ella, (‘La Rosa tatuada’, ‘Las manzanas del viernes’, ‘Inés desabrochada’). El último montaje antes de “Yo lo que quiero es bailar” fue “Hello, Dolly”. La lista de premios sería interminable, aunque quizá los que guarde con mayor cariño sea la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo, y este último de la Unión de Actores.

Nuestra más efusiva enhorabuena. Eso de que tus propios compañeros te concedan el Premio Toda una Vida de la Unión de actores, “por tu extensa y brillante trayectoria en cine, teatro y televisión” debe ser emocionante…

«Lo es, lo es. Es muy gratificante. Bueno, me gustó tanto que estando de
gira en Canarias me trasladé a Madrid a recogerlo. Estuve sólo un día. Disfruto mucho con estas distinciones. Y me gusta decirlo. El agradecimiento hay que decirlo en voz alta. Ya lo decía Laín Entralgo:
la gratitud hay que decirla con palabras y en público».

¡Y te falta el Goya!

«Bueno, así con la boca pequeña te diré que ya no me interesa. Y verás por qué: En la obra “Yo lo que quiero es bailar”, escenifico precisamente la gala de los Goya en que creí que me lo iban a dar y no me lo dieron. Así que ganarlo ahora, descompondría un poco la función».

Hay que decir que Concha tiene una risa contagiosa. Y que tiene una vitalidad tan poderosa que te arrastra. Cantas, bailas, interpretas… ¿Dónde te sientes más cómoda?

«Donde más a gusto estoy es trabajando. Y lo que más me gusta, es posiblemente, la comedia musical, que es donde haces de todo: cantar, bailar, interpretar… Y he hecho cosas que me han llenado de satisfacción en este campo. “Carmen, Carmen”, por ejemplo, o “Mamá, quiero ser artista”, o “Hello, Dolly”. Sin duda una de las cosas que más me atrae es el cambio de registro…».

Ya lo vimos con Santa Teresa.

«Sí. Y eso la gente lo acepta muy bien».

¿Piensas alguna vez en el retiro, o eres de las que te encanta el reto diario del escenario…?

«No pienso mucho en el retiro. Esta profesión tiene grandes ventajas. Y una de ellas es que te permite envejecer. Mira, el único miedo que tengo es que me pase algo; es decir, no estar en condiciones de trabajar. Eso es lo que me preocupa. Pero ¿retirarme? No. Esta profesión te da la posibilidad de envejecer con dignidad, porque siempre hay personajes que se pueden interpretar. Son difíciles de aceptar, es cierto; pero tienes que ser realista. Te confieso que a mi me costó pasar del protagonismo de “Herederos”, a ser la ama de llaves de Gran Hotel. Ves que impera lo joven, pero tienes que aceptarlo y hacer tu papel lo mejor que puedas. Pero cuesta, no te voy a decir que no. Tengo la suerte de trabajar mucho. No he tenido parones en mi vida. Y además con la fortuna inmensa de trabajar en lo que realmente me gusta».

LA LECCIÓN DE LOS FRACASOS

¿Qué es “Yo lo que quiero es bailar”?

«Mi biografía. Mira, hace muy poco le rindieron un homenaje muy curioso a Shirley McLaine. No es que quiera compararme con ella. Pero la admiro, porque ha sabido hacerse mayor con plena dignidad. Y le hicieron un repaso a su vida. Pues eso es “Yo lo que quiero es bailar”. Mi vida, a través de anécdotas, hechos, canciones… Cuento mi vida, mis éxitos, mis fracasos; pero sin meterme con nadie. Y me río de mí misma. Porque he tenido muchos fracasos, afortunadamente».

¿Afortunadamente?

«Sí, sí, es una suerte. El éxito te envanece y te envilece. El fracaso sin embargo, te enseña. Un fracaso siempre viene bien para poder saborear lo otro, lo que sale bien».

No creo que nadie recuerde un fracaso tuyo.

«También es una suerte. Porque la gente me quiere. Pero los hubo y gordos. Por ejemplo, en televisión presenté un programa…, ¡que duró tres días! Se llamaba “Mi abuelo es el mejor”. A la tercera emisión fue retirado. Es verdad que a lo largo de la vida, hombre, he tenido cosas muy buenas, y también lo he pasado mal. Pero es que nosotros, debe ser cuestión de genética, tenemos mucho sentido del humor. Nos reímos de nosotros mismos. Somos una familia que cuando vienen mal dadas, enseguida buscamos el consuelo de la risa…».

También has llorado.

«¡Claro! Pero había que sobreponerse. El pobre Paco (Paco Marsó, su marido, fallecido en noviembre de 2010) me llamaba sargento. Y yo le decía, mira, no me degrades; ponme algún galón o alguna estrella más… por lo menos, teniente coronel».

Y has conseguido todo lo que te proponías.

«Es que yo persigo, Ramón. No soy de las que espera a ser llamada. Yo persigo lo que me interesa. Como perseguí a Berlanga y a muchos otros hombres. Primero, por necesidad; pero después, por interés».

BAILARINA FLAMENCA Y CLÁSICA

¿Qué haces Concha, para estar tan guapa y tan sonriente siempre?

«Nada. Soy así. No es ningún esfuerzo. Soy de las que ven siempre la botella medio llena. Y soy una mujer del presente, de vivir el hoy, y con optimismo. No renuncio al pasado, por supuesto. Lo miro con nostalgia, claro, con agradecimiento, con amor. Pero estoy en el hoy. Tengo nostalgia de los comienzos, de la ingenuidad de los primeros años… Pero el pasado es pasado. Ni siquiera miro al futuro. Mira, yo trato de ser buena persona y que mis hijos tengan un buen recuerdo de mi. Y de hacer bien mi trabajo que me permite vivir bien y salir bien de mis meteduras de pata…».

Poca gente sabe que fuiste bailarina flamenca con Manolo Caracol.

«Es que mucha gente se acuerda de la chica ye-yé y se queda ahí. Pero estudié danza y soy bailarina de ballet, de clásica y de flamenco. Y con 15 años debuté en el primer espectáculo de Manolo Caracol y Luisa Ortega. Por cierto que allí estrenó Luisa el “Pena, penita, pena”. Estaba en la claqué del teatro un jovencísimo Pepe Sacristán, gran admirador de Caracol. Fui muy feliz entonces y debo decir que Caracol era todo un señor. Y además me enamoré de su hijo Enrique. Fue el primer amor de mi vida…».

Uno de los recuerdos más curiosos de Concha Velasco y que le ha servido para ampliar su formación, fue la escuela de danza en la que estudió. “Había mucho talento”, comenta. Y es que por ejemplo, les hacían ir al Museo del Prado y elegir un cuadro. Y luego, exponer danzando todo lo que el cuadro les inspiraba. Ejercicio difícil, pero lleno de interés. Concha acudía siempre a Las Meninas. Se plantaba delante del cuadro y veía cómo aquel lienzo cobraba vida, como si algún personaje, la infanta, por ejemplo, se saliera, con su mirada y se pusiera a bailar un minué. Concha lo bailaba. Y ha logrado lo que muy poca gente puede hacer: bailar Las Meninas.

HABLANDO DE AMORES

Sueles decir que eres muy enamoradiza.

«Muy enamoradiza y muy equivocada. De verdad, yo creo que siempre me enamoré de la persona que no debía. La verdad es que amé mucho y fui muy feliz. Quizá es que no cuajan las cosas, porque siempre me pillan trabajando. Pero no se si habría sido mejor de otra forma. No lo sé. La verdad es que comprendo o puedo comprender la infidelidad; pero no la deslealtad. Eso no lo puedo tolerar. Y debo decirte que yo nunca he compaginado amores. Yo soy mujer de un solo hombre, a lo mejor uno detrás de otro; pero de uno solo… Hasta que tuve hijos, que para mí son lo primero».

Y ya con un nieto de tres años. ¿Vives con ese nieto la infancia que no tuviste?

«No. La viví con mis hijos. Con mi nieto tenia una relación muy estrecha, pero claro, empiezan a llevarlo a muchos sitios, a clases de esto y de lo otro. Y ya el niño dice que soy la abuela de la televisión. Y lo siento, porque yo lo que quiero es ser solo abuela. La infancia que no viví la rehice con mis hijos, es verdad. Ellos tenían de todo, como correspondía a esa época de vacas gordas. Y fui feliz proporcionándoles todo lo que necesitaban para su formación. Porque es quizá la mayor aspiración de una madre: que sus hijos sepan y puedan elegir después la dedicación que les pueda hacer felices. Que sean felices con lo que hacen».

Te defines como feminista femenina.

«¡Claro! una de las cosas horribles de la gente es que parece que odia a su contrario. Hay feministas que parecen oponerse a los hombres. Yo no. A mi me gustan mucho los hombres. Soy feminista porque también me gustan las reivindicaciones; pero comprendiendo a los hombres, como son, con su presunción, con su vanidad… ¿Te has fijado en cómo se bajan los políticos de los coches?».

EL TRUCO DEL LUNAR

Cuéntame la verdad de tu lunar. ¿Es real, es tatuado, es pintado?

«No tiene ningún secreto. Yo admiraba muchísimo a Liz Taylor así que decidí pintarme ese lunar. Primero intenté tatuármelo con tinta en un brazo a ver cómo quedaba. Pero mi padre nos tenía prohibido cualquier tipo de tatuaje. Era muy estricto con esas cosas permanentes. Ni siquiera tengo agujeros en las orejas. Así que me pinté el lunar en la cara, donde Liz Taylor. Y prácticamente es lo primero que hago todos los días al levantarme: pintarme los labios y el lunar. No tiene más secreto…».

La soledad.

«Llevo mal la soledad. No me he acostumbrado a vivir sola. Quizá es que tenía que haber sido mas independiente cuando vivía acompañada para aprender a estar así… Bueno ahora estoy muy contenta porque mi hermano se viene a vivir puerta con puerta conmigo. Y mi hermano y yo somos uña y carne… Va a ser estupendo. Pero me da pena ser mayor y estar sola. Cuando veo a parejas de mayores paseando me dan envidia, porque eso es muy bonito y lo echo de menos».

Pero puedes tener compañía…

«Mira, los hombres de mi edad son muy mayores. No te rías. ¡Si hasta mi Sean Connery es muy mayor!».

Es que tu estás especialmente joven, y ágil.

«¡No tengo mas remedio! Tengo que hacer gimnasia todos los días en el suelo de la habitación. Tengo 72 años y me ponen unos tacones de 14 centímetros. Y así me paso dos horas sobre el escenario, haciendo un papel que parece fácil, pero que no lo es; porque hago de mí misma. Y te digo de verdad que es más sencillo interpretar a una anciana que hacer de tí misma».

Hablando de salud…

«La salud es prioritaria. Cuando la gente habla de salud, dinero y amor… es poco consciente que si la salud te falla, el condicionamiento es total para los otros dos conceptos. Yo no he superado personalmente problemas de salud graves, gracias a Dios. Ten en cuenta que soy una mujer de la posguerra y creo que aquella alimentación nos hizo niños fuertes y adultos sanos. Tengo, sí, úlcera de estómago, quizá debido a mis nervios y ahora tengo la tensión un poco alta, como corresponde a mi edad y a mis circunstancias. Como en todo, soy una mujer normal. Eso sí, tengo un problema de retina derivado de que mi madre tuvo toxoplasmosis en mi embarazo. Y no veo bien cuando miro hacia abajo. Por eso me caigo mucho. Pero es lo mismo, nosotros no podemos suspender una sesión por un problema de salud, porque siempre lo consideraremos un problema menor».

¿Cambia la perspectiva vital con la edad?

«Cambia, cambia… y en las mujeres más que en los hombres. Me da pena envejecer, no voy a negarlo».

También riéndose nos cuenta que su padre, aunque lo tenía prohibido, “murió de un ataque de fabada”

«Le dejamos solo no sé por qué cuestión, y se metió entre pecho y espalda una fabada y una botella de vino. Y claro, murió».

A mí me gustaría morir sin miedo. Yo creo que es lo peor que tengo: miedo al miedo. (Concha se pone filosófica y para poner su punto de humor dice que va “en primero de Fernán Gómez”). He aprendido mucho de Fernando, un ser excepcional, con una filosofía de la vida muy particular. Pues eso: tengo miedo al miedo, miedo a tener miedo a la enfermedad, a la muerte. Me gustaría morir sin miedo y sin dar la lata».

SIN FOTOS EN CASA

Parece extraño para una primera actriz, pero así es.

«En mi casa no hay fotos mías. No me gusta verme en pasado. Me miro –y mucho- en los espejos. Incluso cuando voy por la calle, me miro en el escaparate, y entonces me digo eso de “que vas muy encorvada, que te estires”… pero fotos no tengo, como tampoco veo mis películas hasta que pasan muchos años. No me gusta verme, porque entonces me critico. Me pasa lo mismo cuando haces cine, que como sabes se hacen varias tomas de cada escena. Pues no se qué ocurre que la primera es la que mejor me sale. Porque después, si la veo, me imito a mi misma, y no es lo mismo… El otro día pusieron en TVE un resumen de Santa Teresa y sí, disfruté viéndome. Creo que se hizo un buen trabajo».

Sin duda. Concha dejó de ser la chica ye-yé para adquirir la categoría de gran actriz dramática. Y de esa mujer que derrocha simpatía y buen humor.

Premio Toda una Vida de la Unión de actores,
“por su extensa y brillante trayectoria en cine, teatro y televisión” (18 de junio de 2012)