MARGARITA SALAS

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No es fácil llegar hasta el Centro de Biología Molecular Severo Ochoa, dentro del Campus de la Universidad Autónoma de Madrid. Allí tiene su pequeño despacho una de las científicas más importantes de España. Primero fue “la mujer de” al estar casada con el conocido investigador Eladio Viñuela; pero pronto sus investigaciones adquirieron notoriedad mundial y hoy Dª Margarita Salas tiene para sí todo el reconocimiento. Ha dedicado su vida al estudio de un virus bacteriófago de cuya manera de replicar el ADN logró una patente que ha supuesto una magnífica rentabilidad para el Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Ella nos explica en estas páginas cuál fue el hallazgo de su equipo y qué consecuencias ha tenido; y un poco de su vida, dedicada siempre a la investigación.

Gracias a Severo Ochoa me dediqué a la investigación

No destaca nada especial de su infancia. Salvo que fue feliz y muy normal. Nació en plena guerra, en Noviembre de 1938 en la pequeña localidad asturiana de Canero, muy cerca de Luarca. Quien le iba a decir a ella, que años después, S. M. El Rey le concedería el titulo de Marquesa de Canero…! Es asturiana por los cuatro costados y a Asturias va siempre que puede.

Fue buena estudiante “pero no empollona, ¡eh!. Tuvimos muy buena formación porque entonces el bachillerato era duro. No te digo más que para hacer el ingreso, por ejemplo, en el dictado no te permitían más de tres faltas de ortografía ¡y contaban los acentos!”.

Su padre, psiquiatra de reconocido prestigio, tenía un sanatorio en Gijón, y allí se fueron a vivir, a la primera planta del edificio. La madre se encargaba de la intendencia de la clínica y el padre se ocupaba de los pacientes. “Y es verdad que muchas veces jugábamos con los internos, los que circulaban libremente y que no tenían el más mínimo peligro; y algunos, además eran, muy divertidos”.

Y sonriente, cuenta una anécdota de entonces: “Como el sanatorio estaba junto a la plaza de toros, un día que algunos internos jugaban al balón, se les cayó la pelota a la plaza. Como es lógico, fueron a pedirlo; pero no se lo dieron. Y uno de ellos replicó: pues cuando se os caiga a vosotros un toro en la terraza del sanatorio, no os lo devolvemos!”

DESCUBRIENDO UNA VOCACIÓN

«Era buena estudiante; pero en principio me gustaban tanto las ciencias como las humanidades. Mi padre nos inculcó a todos los hermanos la idea de que teníamos que ser universitarios. Yo creo que mi vocación científica o de investigadora se descubrió gracias a Severo Ochoa. Yo me decanté hacia las ciencias con la idea de estudiar química o medicina. No tenía aún muy claro qué iba a hacer. Así que tras el bachillerato vine a Madrid a hacer un curso selectivo. El selectivo te permitía acceder a las facultades de ciencias. Al acabar, me decidí definitivamente por la química. Me llamaba mucho la atención el laboratorio. Era un mundo que me fascinaba, que me gustaba y especialmente el de química orgánica. Teníamos de profesor a Lora Tamayo, que fue un magnífico maestro con el que hacíamos unas prácticas tan interesantes en su laboratorio que pensé dedicarme íntegramente a aquella especialidad. Y afortunadamente, me equivoqué…»

Porque aparece en su vida Severo Ochoa.

«Severo y mi padre eran compañeros de carrera y eran muy amigos además de tener un cercano parentesco político. Así que cuando Ochoa empezó a veranear en Asturias pasaba un tiempo en Luarca, su tierra natal, y un par de semanas en Gijón, de donde era Carmen, su mujer. Así que, estando en Gijón, mi padre le invitó a comer y allí le conocí, en mi casa. Por cierto que iba a dar al día siguiente una conferencia sobre su trabajo y nos invitó a asistir. Fue una conferencia magnífica que a mi me dejó realmente fascinada. Hay que tener en cuenta que Ochoa era un maestro en saber comunicar. Él quedó en enviarme un libro de bioquímica, pues yo no había estudiado todavía la asignatura. Y, en efecto, a los 15 días me llegó a casa el libro prometido con una dedicatoria de suya; desde ese momento ese libro fue para mi una especie de tesoro. Ochoa me dijo: si te gusta la bioquímica haz la tesis doctoral en Madrid y luego te vienes a Nueva York a mi laboratorio para hacer una fase postdoctoral. Y así fue. Hice la tesis con el profesor Alberto Sols y después me fui a Nueva York a trabajar en el laboratorio de nuestro Premio Nobel».

La joven Margarita estudia químicas en la Universidad Complutense y allí tiene de compañero al que fue después también otro gran investigador: Eladio Viñuela. Acaban la tesis doctoral, ambos con Sols, y deciden su marcha a Estados Unidos. ¿Cómo era Ochoa en su laboratorio? Porque usted fue a trabajar con él en 1964 y él ya era Premio Nobel desde 1959…

«Era muy, muy sencillo; pero extremadamente riguroso en su trabajo. Con muchos controles. Era su obsesión, porque en la ciencia si no estableces muchos controles pueden surgir eso que nosotros llamamos “artefactos” que son distorsiones que pueden arruinar una investigación… Control, control, control. Él seguía día a día lo que hacíamos. Comíamos todos juntos. Él pasaba a recogernos y pasábamos al comedor de la Facultad para seguir hablando de lo que cada uno estaba haciendo y cómo iban las cosas. Los lunes era distinto, porque la comida servía para comentar el fin de semana. Y por las tardes, hacia las cuatro, nos reuníamos en la biblioteca del Departamento para tomar un café y charlar nuevamente de la jornada de laboratorio. Era, para una vocación científica, un auténtico paraíso; sobre todo si lo comparas con aquella época en que la ciencia en España era prácticamente inexistente».

“No dábamos un duro por el fago. Y ya ve, dio muchos”

Ochoa lo primero que sugiere es que el joven matrimonio haga cosas distintas: “Así, separados, al menos aprenderéis ingles”, dijo.

«Salir era entonces una necesidad para quienes quisieran dedicarse a la ciencia. Y yo le tengo que agradecer aún más a Ochoa no solo su apoyo, sino que yo no fuera como en España “la mujer de” sino que hiciera mi carrera independiente. Trabajamos mucho. Y con la suerte de que tanto Eladio como yo éramos científicos y comprendíamos muy bien la dedicación absorbente a la investigación. No teníamos a nadie en casa que al llegar nos dijera “¿por qué vienes tan tarde?”»

1967. El matrimonio Viñuela-Salas regresa a España con un proyecto y una ayuda conseguida gracias a Ochoa. “Un país sin investigación es un país sin desarrollo”. Esa frase de Severo Ochoa la tienen los dos muy presente. Ochoa añadía además: y hay que hacer investigación básica. La aplicación vendrá después”. Se instalan en Madrid y deciden formar un grupo de investigación para estudiar un virus no muy complejo inicialmente, pero muy interesante.

«Yo seguía siendo la mujer de Eladio Viñuela, hasta que dividimos nuestro trabajo. Porque en aquel momento Eladio prefirió dedicarse al estudio del virus de la peste porcina africana (VPPA). Entonces causaba estragos en España y concretamente en Extremadura, de donde él era. Y yo asumí el reto de ver si era capaz de llevar adelante el estudio del virus ø29.»

Puede decirse que España está libre de la VPPA gracias a los trabajos del profesor Viñuela. Y que el Centro de Biología Molecular (CBM) se creó en España gracias también a su impulso.

DE DISCÍPULA A AUTORIDAD MUNDIAL

Cuando se habla de Dª Margarita Salas, siempre es como alumna o discípula de Ochoa. Quizá poca gente sabe que es usted la primera autoridad mundial en el estudio de ese fago ø29. Y que de una u otra forma ha sido ese virus la dedicación de toda su vida… ¿Qué es? ¿Cómo podemos explicarlo para que nos entiendan todos?

«Creo que lo primero que debo aclarar es por qué elegimos ese tema de investigación. Déjeme decirle que los fagos –que es el nombre familiar que los científicos damos a los bacteriófagos- son virus que infectan bacterias. Pues bien, entre ellos está el ø29 que fue el elegido porque es pequeño (tiene un ADN de solo 20 genes), y eso nos permitía investigarlo a fondo.»

¿Cuál era el objetivo?

«Conocer los mecanismos de replicación del material genético y saber cómo era el virus. En síntesis, queríamos conocer cómo se formaba el virus; es decir, cómo se acoplaban las proteínas y sus ácidos nucleicos. Nadie investigaba sobre ello, así que fue la manera de poner en marcha el laboratorio y el grupo de trabajo.»

Y tras conocer el virus bien a fondo, se encontraron con algo verdaderamente sensacional e inesperado, ¿no?

«Con auténtica sorpresa para nosotros mismos, vimos que había una proteína –y así lo demostramos por primera vez– que era la que iniciaba la replicación. Una proteína iniciadora, podríamos decir… La consecuencia inmediata e importante es que a partir de ahí podía replicarse el ADN a voluntad. Encontramos la enzima que lo lograba, la ADN polimerasa, y la aplicamos para amplificar el ADN de forma espectacular… A escala práctica, ese hallazgo es el que permite amplificar una mínima muestra de ADN. Eso que en las películas se refleja tantas veces de poder amplificar el resto que puede quedar en una colilla, en un pelo, en cualquier resto orgánico… Se puede amplificar para tener después muestra suficiente como para poder identificar al individuo.»

¿Y ahora?

«Ahora estamos trabajando en variantes de la ADN polimerasa que son mejores que la original. Y se podrán explotar de modo eficiente».

ALZHEIMER, CÁNCER

Ya sé que a los investigadores no se les puede preguntar eso tan común en el mundo de hoy de “¿y eso para qué sirve?”. Pero díganos: ¿qué puede hacer o qué hace la biología molecular ante temas como el Alzheimer o el cáncer?

«Es muy complejo; pero puede hacer mucho. Dentro del Alzheimer la biología molecular puede aportar grandes cosas como está demostrando en este mismo centro Jesús Avila. Y en cuanto al cáncer, yo creo que siempre va a existir porque es una enfermedad -son muchas, realmente– que se produce por mutaciones. Y esas no las vamos a poder evitar. Pero sí se logrará, como lo estamos viendo ya, prevenir, diagnosticar y eventualmente, curar. Y aquí tiene mucho que decir la biología molecular. Por ejemplo, hay un proyecto fascinante para estudiar la leucemia linfoblástica crónica. Se trata de secuenciar el genoma de 500 pacientes y compararlo con el de 500 personas sanas para conocer cuál es la diferencia, dónde están esas mutaciones, cómo son, cuáles son las diferencias que determinan la enfermedad. Y ese proyecto cuenta con investigadores españoles como López Otín en Oviedo y Elías Campo en Barcelona. El problema es que en ciencia nunca se puede decir cuándo va a haber resultados».

Pero no todos los cánceres son iguales; esas 500 muestras no serán las mismas…

«Ciertamente. Dentro de un mismo cáncer de colon, por ejemplo, hay distintos tipos o aparecen tumores con diferente perfil genético. Hay mucho que estudiar, mucho que investigar. Y por eso nos duelen tanto los recortes, son un mazazo para la ciencia y para el desarrollo. Y total, como ya se dijo, necesitamos lo que cuestan 3 Ronaldos, no más…»

LA PERSONA

Ver su despacho ya da idea de cómo es. Es sumamente pequeño, lleno de libros y papeles, siempre con la puerta abierta que da directamente al laboratorio. Nadie diría que aquí trabaja una de las científicas mas reconocidas del mundo. ¿Cómo se definiría, Margarita?

«Yo creo que soy trabajadora, muy trabajadora, porque me gusta hacer las cosas que hago. Creo que soy sencilla y honesta; no me gusta la gente prepotente. Pero sin duda, la virtud que más valoro es la honestidad».

Y, ¿cómo logró compatibilizar su trabajo y su vida? Porque ser investigadora, esposa, ama de casa y madre no debe ser fácil…

«Yo me casé a los 24 años y como ya le dije, nos fuimos a Nueva York. Aunque trabajamos cada uno en un laboratorio, teníamos una dedicación casi absoluta a la investigación. Yo decidí posponer la maternidad. Tuve a mi hija a los 37 años que ciertamente era mucho y me miraban como a un bicho raro. Luego es verdad que tuve mucha ayuda; fui muy poco ama de casa ya que mi madre me cedió a la que había sido mi niñera. Y, claro, con una persona de toda confianza en todos los sentidos, fue sencillo. Ella fue la verdadera ama de mi casa. Así que en mi caso, no fue ningún mérito compatibilizar esas funciones.»

Y en la Real Academia de la Lengua, ¿qué hace una científica como usted?

«Pues trabajar mucho. Yo estoy en la comisión de términos científicos y realmente creo que se está haciendo muy buena labor ante la invasión de términos anglosajones que padecemos.»

 EL PASO DE LOS AÑOS

Que no haya erratas: el PASO, no el PESO… porque Dª Margarita Salas ni quiso jubilarse, ni  que la jubilen.

«Pero no he tenido más remedio. Oficialmente estoy jubilada; pero hay una figura en el CSIC que te permite seguir trabajando y es la de ser “profesora ad honorem”, que es mi caso. Me dejan trabajar y sinceramente creo que aporto como para poder hacerlo. La jubilación es una pena cuando la gente está en plenas facultades. Es un derecho, no una obligación. Yo no quiero dejar de trabajar en mi vida. Quisiera ser como Rita Levi Montalcini (Premio Nobel de Medicina en l986) que tiene ahora 103 años. Cuando cumplió 100 vino a Madrid porque la hicieron doctora honoris causa por la Universidad Complutense. Y en una entrevista – ¡con 100 años! – contó que iba todos los días al laboratorio. Y decía: Lo importante no es no tener arrugas en la cara, si no, no tenerlas en el cerebro”. Y eso se consigue ejercitándolo con el trabajo, con la actividad intelectual.

Yo quiero seguir trabajando mientras pueda. El laboratorio es mi vida

¿Qué se aprende con los años?

«Sobre todo aprendes a valorar lo que realmente tiene importancia. Se gana en experiencia, claro está. Pero mire, si lo piensa se dará cuenta que el interés por las cosas se mantiene vivo con la misma intensidad».


De quién hablamos

  • Margarita Salas Falgueras, nació el 30 de noviembre de 1938 en Canero (concejo de Valdés), Asturias.
  • Licenciada en Ciencias Químicas por la Universidad Complutense de Madrid, ha publicado más de 370 trabajos científicos. Fue discípula de Severo Ochoa, con el que trabajó en los Estados Unidos. Casada con el también científico Eladio Viñuela, ambos se encargaron de impulsar la investigación española en el campo de la bioquímica y de la biología molecular.
  • Pertenece a varias de las más prestigiosas sociedades e institutos científicos nacionales e internacionales. Es miembro del consejo editorial de importantes publicaciones científicas. Ha obtenido diferentes galardones, siendo nombrada «Investigadora europea 1999» por la Unesco y recibió el premio Jaime I de investigación en 1994, entre otros. Fue nombrada Presidenta del Instituto de España (1995-2003), organismo que agrupa a la totalidad de las Reales Academias Españolas.
  • En la actualidad es Profesora Ad Honorem en el Centro de Biología Molecular «Severo Ochoa», centro de investigación mixto del CSIC y de la Universidad Autónoma de Madrid. Preside la «Fundación Severo Ochoa» y dirige anualmente el curso de la Escuela de Biología Molecular “Eladio Viñuela”, dentro de los cursos de verano de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo en Santander.
  • Es miembro de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, de la Real Academia Española de la Lengua, de la Academia Europea de Ciencias y Artes, de la American Academy of Microbiology, de la American Academy of Arts and Sciences, entre otras.
  • Además, ha sido nombrada Doctora Honoris Causa por las Universidades de Oviedo, de Extremadura, de Murcia, Politécnica de Madrid, de Cádiz, de Málaga, de la UNED, de la Rey Juan Carlos y de la Menéndez Pelayo. En mayo del 2007 fue nombrada miembro de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos, convirtiéndose así en la primera mujer española que entra a formar parte de la institución. Y ha sido galardonada con los mas importantes premios científicos nacionales y extranjeros.
  • En 2008, S. M. El Rey le concedió el Marquesado de Canero.