Cuando se habla de Víctor Ullate es imposible pensar en otra cosa que no sea en la danza. El maestro zaragozano –como le gusta que le llamen- lleva dedicado al baile desde los 6 años. Ahora tiene 62, y nos cuenta lo bueno y lo malo de una vida cargada de éxitos. Además de un excelente bailarín y coreógrafo, es un orgulloso padre de tres hijos, todos artistas. Víctor Ullate tiene su propio ballet y también está al frente de la compañía privada más sólida de toda España, la de la Comunidad de Madrid. Su mayor ilusión es que pronto pueda ver nacer el Ballet Clásico Nacional. -«Ningún día es igual para un artista»- nos comenta.
PREGUNTA: ¿Sigue añorando aquel día en el que colgó las zapatillas?
En absoluto. Estaba muy convencido de lo que hacía. Tuve muy claro que quería parar de bailar. Desde entonces, sigo bailando a través de mis alumnos.
¿Cuánto tiempo hace y por qué lo hizo?
Ya han pasado casi 30 años que dejé de bailar. Fue por varias razones. Esa etapa la había quemado y quería hacer otras cosas. Se dieron dos circunstancias al mismo tiempo que me llevaron a eso. España necesitaba una escuela y una cantera de bailarines. Y yo necesitaba un cambio. También arrastraba las secuelas de un accidente de baile a los 21 años y tenía que hacer mucho esfuerzo a nivel mental y físico para seguir. Tuve una rotura de ligamentos cruzados. Eso sólo se puede aguantar durante un tiempo. Mi rodilla se resentía con mucha frecuencia. Bailé sin poder bailar, pero bailé. Fui a contracorriente. En el escenario era muy feliz, pero si continuaba podía llegar a pagar un tributo muy caro.
¿Fue una desconexión traumática?
Fue duro. Al principio no sabes lo que vas a dar de sí. No sabes qué pasará en tu vida. Tenía claro que quería enseñar, pero no sabía si lo iba a hacer bien o no. He tenido mis luchas internas, lógicamente, porque uno quiere siempre superarse y también tenía una responsabilidad muy grande. Hacer que esos niños que estaban en mis manos consiguiesen su propósito, llegar a ser unos magníficos bailarines… ese era mi sueño. Tuve que formarme yo también como maestro. Dar clases es fácil, pero hacer escuela es difícil.
¿Asume bien los retos o a veces son un camino tortuoso?
Ha habido momentos difíciles en mi vida. Ahora ya no es tan complicado todo. Muchas veces he querido que la tierra se abriese y me tragase, que hubiera habido un tsumani… Ayuda mucho la experiencia que dan los años y hace que te tomes las cosas de otra manera. Siempre he sido fuerte, aunque ahora tengo más seguridad en mí.
¿La creación de su compañía de baile fue una forma de seguir viviendo de la danza?
Es diferente, porque cuando bailas sólo piensas en ti y nada más que en ti. Cuando diriges y enseñas, piensas en los demás. Cuando enseñas y ves bailar a tus alumnos y observas una coreografía tuya puesta en escena, disfrutas de otra manera. Cuando eres joven lo que quieres es bailar, no concibes tu vida en la enseñanza. Entonces quieres expresar lo que tienes dentro y conseguir un nombre en el mundo de la danza y ampliar conocimientos. Cuando eres maestro o coreógrafo se vive de otra forma.
Usted volvió a bailar por el 20 aniversario de su compañía. ¿Se sintió como los toreros cuando regresan a los ruedos?
Un torero puede seguir toreando a los 80, pero un bailarín no. Eso no fue bailar, salí al escenario. Di unas pautas y punto. Fue una aparición al final. Ese niño que se hace maestro tenía que salir y dar las gracias a todos.
¿Ese día lo vivió con mucha satisfacción?
Fue muy emocionante. Ese niño que se vuelve bailarín pues recorre todos estos años y pasa por diferentes coreografías que han estado presentes a lo largo su vida como Arraigo, Triana, Arrayan Daraxa, Giselle… Fue tremendamente bonito.
¿Qué le dice a las nuevas generaciones?
La danza no es fácil, es una profesión muy dura. Si consigues el dominio de su cuerpo puedes elevarte espiritualmente. La emoción, el sentimiento, el estado que experimentas cuando bailas es algo que no se puede expresar. También el músico, el concertista puede tener esa satisfacción. Cuando sales al escenario y empiezas a interpretar… ese momento es fantástico.
Sus tres hijos también son artistas. ¿Está contento por ello?
Patrick es el mayor y se ha dedicado al teatro. Víctor es cantante, actor y bailarín. Y Josué, el más pequeño, también ha optado por el baile clásico. Los artistas gozamos de algo que no disfruta el resto de los seres humanos. Ningún día es igual para un artista. Un aplauso, un piropo… eso es maravilloso.
¿El contacto con sus alumnos es lo que le ayuda a seguir con esa actitud tan vital?
Es como el aire que respiro. Es muy importante. Estuve recientemente en La Habana y a los dos días de volver ya estaba dando clases. Siempre quiero tener la sensación de que soy útil para la danza. Esa energía que te transmiten tus alumnos te hace sentir vivo. Es como un escultor que esculpe, el maestro esculpe en el cuerpo de los bailarines y hace de ellos artistas. Le das una técnica y les hace sentir, les sacas lo que tienen dentro.
¿En qué situación se encuentra el baile en España?
España es un país que vibra con la danza, pero al mismo tiempo es un arte desconocido. No estamos educados para ir a ver ballets. La gente lo toma como algo superfluo o banal. El baile para la gente no es serio. No ha habido compañías en España de danza clásica. Yo lo he hecho por momentos, pero mi economía no me ha permitido continuar. Ahora estoy en una compañía concertada con la Comunidad de Madrid, a la que estoy muy agradecido. Hemos hecho mucho ballet clásico y la prensa internacional nos ha acogido con muy buena crítica… Actualmente es la única compañía de España que también es neoclásica, es decir, es clásica con coreografías actualizadas, con movimiento más libre y con un concepto más de ahora. En cualquier caso, yo sigo insistiendo en que España debe de tener una Compañía Nacional de Ballet Clásico de manera permanente. Confío en que el Ministerio de Cultura y la Comunidad de Madrid hagan la gran compañía de ballet que España se merece. Hay voluntad política para que sea así.
¿Y qué lleva ahora entre manos?
Seguimos con las giras, estamos invitados al Festival Iberoamericano. Tenemos también un estreno, (un mundo mejor), que va sobre la vida en un hospital psiquiátrico, no por mí, por alguien cercano a mí… quiero hacer la parte divertida y loca de los locos… esa parte disparatada. Bastante trágica es la vida como para complicarse. Cuando voy al cine voy a divertirme no a ponerme peor. Veo una comedia o algo que me haga reír.
Por cierto, ¿piensa dejar algún día de ser coreógrafo?
Yo no sé que voy a hacer mañana. Sé lo que voy a hacer hoy. La vida te da sustos y no sabes qué te va a deparar. Disfruta hoy y no pienses en mañana. Estoy bien de salud. Me siento útil y seguiré mientras sea así. Y el día que tenga necesidad de descansar o hacer otras cosas, pues lo haré.
Pero usted ha sufrido dos infartos, ¿no teme por su corazón?
Ocurrió hace nueve años. Cuando te pasa eso ves las cosas de otra manera. Ahora, estoy fenomenal. La mente lo puede todo, aunque tengo que cuidarme. Los descansos son importantes y no me estreso. No soy un enfermo de corazón. No he querido pensar ni qué he tenido ni qué voy a tener.
Bioagrafía
Nacido en Zaragoza, Víctor Ullate estudia con María de Ávila e inicia su carrera profesional con Antonio Ruíz Soler. Más tarde se incorpora en los Ballets del Siglo XX bajo la dirección de Maurice Béjart, compañía en la que permanece catorce años y para la que interpreta numerosos primeros papeles
En 1978 Béjart crea para él Gaité Parisienne, basada en su biografía, en la que Ullate interpreta el papel del propio Béjart.
En 1979 el gobierno español le encomienda la formación de una compañía de ballet clásico, la primera del país, que dirige durante cuatro años.
En 1983 crea la Escuela que lleva su nombre “CENTRO DE DANZA VÍCTOR ULLATE”.
Este Centro es la cantera, de la que surgirá el BALLET VÍCTOR ULLATE, que se presenta con 22 bailarines en el Teatro Arriaga de Bilbao, el 28 de Abril de 1988, obteniendo un gran éxito de público y crítica. Desde entonces la compañía ha seguido cosechando éxitos por todo el mundo bajo la dirección del propio Ullate.
A lo largo de estos años, Víctor Ullate ha sabido plasmar en su Ballet una identidad propia a través de un amplio repertorio de coreografías.
En 1989 Víctor Ullate obtiene el PREMIO NACIONAL DE DANZA, en 1996 le es concedida la MEDALLA DE ORO DE LAS BELLAS ARTES, en Abril de 2007 le es otorgado el premio de la Fundación Autor Autor , y en 2008 le es concedido el PREMIO MAX DE HONOR por su trayectoria.