Pasan los años y pocos cambios se producen en lo que afecta a la actualidad del deporte en nuestro entorno: el fútbol aparece como el deporte rey, invadiendo las noticias deportivas, los espacios radiofónicos, las transmisiones televisivas y una gran parte de nuestras conversaciones, incluso las de aquellas personas que no tienen gran interés en él.
Es difícil desconocer a Leo Messi o a Cristiano Ronaldo. Estar al margen de las grandes figuras futbolísticas del pasado más o menos reciente: Maradona, Cruyff, Butragueño, Ronaldo, Pelé, Di Stéfano.
Y resulta llamativo que en un deporte basado en el esfuerzo colectivo y en la colaboración de todos los integrantes del equipo siempre fascinen determinadas individualidades. Que, además, esos que destacan sobre el resto sean, en la gran mayoría de los casos, los que ocupan posiciones en la delantera de los equipos, aunque tampoco es de extrañar que los responsables de marcar los goles sean quienes más llaman la atención en un deporte que ha sucumbido al ídolo del resultado por encima de la belleza del juego.
El Balón de Oro, considerada la mayor recompensa futbolística individual del mundo, únicamente en sus más de 70 años se ha otorgado a dos jugadores que no ocupaban posiciones de delanteros: el portero soviético Lev Yashine (la “araña negra”) y el defensa italiano Fabio Cannavaro (para puristas: ni Beckembauer ni Mattaus ni Sammer eran realmente defensas puros).
Sin embargo, detrás de esas estrellas que nos deslumbran hay todo un conjunto de personas sin las cuales esos triunfos individuales no serían posibles. Por supuesto el resto de los jugadores (centrocampistas, defensas, porteros), jugadores que, de una u otra forma, también atraen nuestras miradas. Pero también hay otros, en los que poco o nada nos fijamos, que resultan esenciales para que los jugadores, y las estrellas, logren sus objetivos y triunfen cuando les toca hacerlo: entrenadores, ayudantes técnicos, fisioterapeutas, masajistas, utilleros, y así hasta los jardineros que se ocupan de que el terreno de juego esté en perfectas condiciones. Todos ellos, junto con los jugadores, forman realmente el equipo, y a todos ellos deben atribuirse los triunfos.
Es evidente que esto no sólo sucede en el fútbol, sino que es una característica de todas aquellas actividades que precisan el esfuerzo de un colectivo. Hasta en las películas parece que todo el trabajo se desarrolla por los actores protagonistas, cuando echo un vistazo a esos créditos que últimamente suelen aparecer al final nos muestra la cantidad de personas que han tenido que intervenir para que la película sea una realidad.
Cada vez se hace más necesario un reconocimiento para todas aquellas personas que permanecen en un segundo plano y sin las cuales nada sería posible.