ESCRITOR DE SURCOS Y PAPEL

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La imaginación de D. Miguel Muñoz es pasajera, viaja desde la casa de los Pinos hasta rincones reales o soñados. “Supongamos que existía una casita blanquita y hermosa situada entre árboles y pinos, habitada por una familia humilde y de buena posición”.

La sugerente introducción del primer capítulo presenta al lector a Manolo y Nemesia con sus tres hijas… “No es una autobiografía” avisa encogido de hombros el autor, que bien podría haber escrito su vida, pero esa es otra historia, otro libro, aunque merece el lector conocer un pequeño compendio de este residente de Ballesol Alcobendas al que todo el mundo conoce. “Sí, hombre, D. Miguel, elegante, siempre con corbata y una palabra amable”, le definen la mayoría del centro residencial. Sus padres vivieron cerca del campo, entre cepas de albillo, una uva blanca que ahora se emplea para elaborar vinos claretes y tintos.

Lo de remangarse y ponerse a cavar, podar la vid, eliminar las malas hierbas fue decisión de él. “No llegué a ir al colegio. Me escapé de los brazos de mi madre cuando iba a entrar a la escuela con cinco o seis añitos”. No se arrepiente de cambiar el pupitre por el campo en invierno. Echa cuentas y memoriza hasta 1936 trabajó en el campo, no lo tuvo fácil, y menos con una guerra civil en ciernes, pero así aguantó hasta los 18 años.

Aunque D. Miguel no fue a la escuela si recibió clases particulares de lectura, gramática, geografía. El contacto de un primo que era militar le abrió otra oportunidad. Y ahí que se fue. Lo recuerda muy bien, “empecé el 1 de noviembre de 1948, me convertí en soldado y después en cabo primero, pero sin estar en misiones de guerra”, puntualiza al relatar una carrera militar que terminó hasta que se jubiló en los años 90 llevando tanques y participando en desfiles.

Es muy meritoria la afición de nuestro protagonista por la escritura con tan poco tiempo para dedicarse a ella. Conoció a su mujer en un baile, con un pasodoble y un paseo sin beso. Mari Nieves Ruiz era diferente, una inspiración para su creación literaria, un amor que siempre le animó a escribir. Vivían en Madrid, pero viajaba “entre Realidades y Fantasías”, el epígrafe que acompaña el título del único libro que ha escrito D. Miguel. En el libro, “El cónyuge, el padre de las hijas; era guarda forestal de los pinares del pueblo de Pelayos de la Presa (Madrid). Este pueblo se hallaba a un kilómetro de “la casa de los Pinos”, entre dos carreteras, la que parte de la general de Toledo a Ávila…”.

En realidad, el autor nunca estuvo allí, pero sí su imaginación portentosa, aliñada con fábulas y pasajes entrañables como el que describe. “Un mozo, soltero y sin trabajo, tomó la decisión de formar un rebaño mixto de ovejas y cabras…al principio solamente reunió veinte; dos ovejas y dieciocho cabras. A los tres meses ya eran noventa. El pastor llamado Antonio era una excelente persona…” Muchos de los residentes en Ballesol Alcobendas saben cómo continúa la historia. “¿Cómo puede caber tanta imaginación y creatividad en un libro?» le siguen preguntando. “Aprender no es difícil, más complicado es mantener el interés por las cosas”, contesta convencido.

Y eso parece inalterable en este hombre, que asiste a los talleres de fútbol y memoria en la residencia, que se apunta a manualidades, baila y lee con la agilidad de un mozo de ciudad – se ríe sin parar- y continúa recordando constantemente a su Toledo. ¿Volver? “Si nunca me he ido, para eso está la imaginación”. Esto es una gran verdad.