Mira como nuestras manos se juntan y escucha lo que se dicen una a otra y lo que se cuentan sobre lo que pensamos y sentimos. Mi mano que apenas se atreve a rozar la tuya. ¿Notas que no quiero que te vayas? Tu mano que se desliza sobre la mía reconociendo un terreno tantas veces recorrido, un lugar seguro y tranquilo.Esa mano con la que me tocas la cara cuando la salud no me acompaña. Ese contacto por el que casi merece la pena estar enfermo. Unas manos que se entrelazan como si pudiésemos estar todavía más unidos. Que se aprietan suavemente para recordarnos que estamos juntos. Que mueven los dedos para decirse lo que las palabras nunca podrían expresar. Dame la mano cuando vengas a verme y déjala que hable. Me va a contar cuánto te cuesta verme así. Cómo te gustaría recordarme únicamente como era antes, cuando te conocía y sabía recordar cada uno de tus gestos, cuando me adelantaba a tus palabras y adivinaba lo que ibas a decir porque yo iba a decir lo mismo. Dame esa mano y déjame sentirla. No pienses que no me doy cuenta de lo que sientes, de las dudas que tienes, de las ganas de saber si me entero de que has venido, de saber si mañana me acordaré de ti o tendrás que empezar de nuevo a contarme quién eres.
Quizás te han contado que, desde que empecé a olvidarme de las pequeñas cosas, cada vez soy menos consciente de lo que me rodea. Que la enfermedad, aunque mi cuerpo no la manifieste, avanza y ya no soy capaz ni de reconocerme a mí mismo. Que la evolución del Alzheimer es así y debes acostumbrarte a ser una extraña para mí. Pero nuestras manos dicen algo diferente. Lo sabes cuando tomo tu mano entre las mías y la estrujo con fuerza para poder, como siempre, verte cada día con ojos nuevos. Lo sabe tu mano cuando la mía intenta evitar que la sueltes y se duele y languidece cada vez que intuye que estás triste. Lo saben tus manos cada vez que las acaricio y recuerdan todos los momentos que han vivido, todas las lágrimas que han secado, todas las risas que han dibujado. Pasa un momento tu mano por mi cara y déjala recoger todo lo que ya no soy capaz de decirte pero todavía pienso y siento.
No te asustes cuando mi mano busque tus brazos, tu cara y tu cuerpo: sólo quiero contarte que te comprendo, que te acompaño y que sigo siendo yo mismo. Dame tu mano y siente como la mía grita que sé quién eres y no podré nunca olvidarte.