POR ELLAS

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Supongo que al principio, aunque hubiera más, únicamente dos estaban ocupadas. El resto estaban allí esperando a los que debían llegar más tarde.

Poco a poco todas fueron recibiendo a quien iba a ser su ocupante habitual. Nosotros nos acomodamos a ellas y ellas se acomodaron a nosotros, de manera que cuando, imprevisiblemente, alguien cambiaba su sitio ellas y nosotros nos encontrábamos fuera de lugar, con la misma sensación rara que produce ponerte ropa de otros.

Siempre quedó alguna vacía, reservada para los que pudieran aparecer de manera accidental. Y todos la ignorábamos como si no formase parte de nuestra vida. Y cuando la mirabas te sorprendía su presencia y la tristeza con la que nos observaba sabiendo que nunca iba a tener una compañía estable.

Las recuerdo en torno a la mesa, esperándonos y siempre dispuestas a acogernos para ofrecernos a cada uno de nosotros la visión de todos los demás.

También recuerdo cómo participaban con nosotros cuando teníamos una celebración especial y, entonces, iban cambiando sus posiciones y se agrupaban hacia un lado de la mesa haciendo que todos nosotros estuviésemos más cerca unos de otros. Incluso había que buscar algunas en otros sitios porque con todas ellas no era suficiente. En esos momentos sí se notaba de verdad cuáles de ellas formaban parte de nuestro día a día y cómo se distinguían de aquellas otras que estaban allí de paso.

Con el paso del tiempo empezaron a quedarse solas y vacías. Poco a poco nos íbamos alejando iniciando vidas distintas a las que ellas no podían incorporarse. Otras se quedaron abandonadas por aquellos que dejaron de estar entre nosotros. A veces volvíamos a juntarnos y, entonces, nos recibían como si nunca nos hubiéramos alejado, como si no nos hubiésemos, ellas y nosotros, echado tanto de menos.

Y otra vez, como al principio, únicamente dos de ellas se encontraban ocupadas. El resto esperaban a quienes ya no iban a volver salvo en raras ocasiones.

Tiempo después esas dos también se quedaron vacías y dejaron de moverse y de notar unas manos acariciándolas todos los días.

Y hoy vuelvo a verlas a todas ellas en torno a la mesa y se, y ellas también lo saben, que únicamente en apariencia están solas. Porque nos sigo viendo a todos sentados en ellas, cada uno en nuestro sitio, en ese que ocupábamos sin pensarlo. Porque estáis cada uno en vuestra silla y yo, desde la mía y gracias a todas ellas, os estoy viendo como si siguiéramos todos juntos. Porque gracias a estas sillas todos seguimos teniendo nuestro lugar en casa.