Creemos tener todo el tiempo del mundo. Por eso cuando la vida nos golpea, lo que sucede con más frecuencia de la deseada pero con menos de la que nuestras quejas dan a entender, no tenemos ninguna prisa en levantarnos. Podemos dar infinitas vueltas en el suelo. Llorar durante horas y días enteros. Disfrutar de nuestra amargura y dedicar un tiempo indefinido a odiar ese mundo que tan injusto es con nosotros.
Pensamos que siempre habrá otra oportunidad. Por eso somos capaces de renunciar sin demasiado esfuerzo a disfrutar de las ocasiones que se nos ofrecen. No importa perderse un amanecer, una mirada, un beso, una sonrisa, porque es seguro que se presentará una segunda y una tercera oportunidad.
Y convencidos, como estamos, de que siempre tendremos tiempo más adelante tampoco es muy grave si discutimos, nos arrojamos palabras y gestos inmerecidos y permanecemos días procurando ignorarnos. Siempre será posible una reconciliación. Siempre queda tiempo para curar esas heridas que nosotros mismos nos hemos producido.
Dejamos para más adelante la lectura de ese libro que nos han recomendado, ya lo haremos en otro momento. Ya veremos esa película la próxima semana, o la otra. Ya te diré mañana cuanto te necesito.
Y todo esto para terminar descubriendo que mañana será un día diferente. Que la semana próxima, el mes siguiente, no tienen nada que ver con el presente y que no nos ofrecen lo que ahora tenemos a nuestro alcance.
Ese amanecer que hemos dejado de ver no vuelve nunca. Esa caricia que negamos no podremos volver a hacerla (o a recibirla). Los besos que no damos se pierden definitivamente. Los días que hemos dejado transcurrir enfadados, sin hablarnos, son días desperdiciados en los que no disfrutamos de nuestra compañía. Las heridas que causamos siempre dejan cicatrices y un punto inmerecido de infelicidad.
Nunca es sencillo permanecer mucho tiempo enfadado, tener la necesaria fuerza de voluntad y capacidad de concentración para conservar el rencor. Pero además resulta ser un desperdicio porque si mi enfado y rencor se dirigen a quienes quiero ya sé que no durará demasiado y si es por quienes no siento aprecio ¿por qué voy a sentir rencor?
¿Qué sentido tiene perderme la luz del cielo y el brillo de tus ojos cuando sonríes?