Hasta ese año todos los anteriores nos había acometido la misma sensación: septiembre era un mes final, un mes que se situaba al término del camino. Se terminaban las vacaciones; se terminaba el verano; se terminaba el buen tiempo y, en muchas ocasiones, se terminaban esas amistades que habíamos forjado con la luz de julio y el calor de agosto.
Era inevitable la pesadumbre que se apoderaba de nosotros cuando inevitablemente debíamos volver a una rutina que se nos hacía lejana y extraña. Se contagiaba esa depresión de la que a nuestro alrededor se hablaba entre los compañeros de trabajo o de estudio, entre nuestros familiares y amigos. Pero aquel año, a pesar de todo ello, era difícil que de nuestras caras se borrase esa sonrisa de satisfacción que no pasaba desapercibida por muchos esfuerzos que quisiéramos hacer. Esa sonrisa apenas mostrada que no terminó de ser comprendida por quienes la veían y a la que únicamente nosotros éramos capaces de encontrarle sentido. Lo apuntamos con los primeros calores.
Lo definimos a lo largo del verano y ahora, en septiembre, lo comenzábamos con toda la energía que el futuro nos pedía. ¿Por qué íbamos a deprimirnos si el resto de nuestra vida empezaba ahora? Septiembre ha sido desde entonces el momento en el que todo empieza. Empieza el nuevo curso lleno de buenos propósitos que, sin remordimientos, casi nunca llevaremos a cabo. Empieza un tiempo en el que saborear todos los recuerdos y experiencias que hemos acumulado. Por supuesto, empieza la nueva temporada de fútbol que tanto hemos echado de menos en estos meses. Y por encima de todo empieza un nuevo año en el que revivir y seguir viviendo aquella ilusión con la que continuamos la aventura de aquel verano y de todos los que después deberían venir. De todos los meses y estaciones del año en las que seríamos capaces de descubrir juntos olores, colores y luces que septiembre comenzaba a apuntar.
¿Quién dijo que todo terminaba en septiembre? ¿Cómo iba a terminar si justo en ese momento lo estábamos empezando? Recuperar nuestra vida corriente, nuestros amigos de siempre, y todo aderezado con las nuevas especias acumuladas al sol del verano. Pocos meses en el año ofrecen las oportunidades que nos brinda septiembre. ¡Hasta a los malos estudiantes les da una nueva!
Es un buen momento para saber qué queremos hacer de nosotros y para rellenar el final del título de una antigua película: “Cuando llegue septiembre …….”