jueves, abril 25, 2024

VERANO 2014

Se despierta la primavera y empezamos a intuir que muy cerca de nosotros hay carreteras y caminos de los que no vemos el final pero que nos están invitando a empezar a andar

Si amanece la primavera es porque llega otro verano, un verano que esperamos nuevo, como todos los que hemos pasado juntos, deseando esa oportunidad que se nos presenta para disfrutar de nuestra compañía y sentirnos otra vez el uno al otro.

Ya estamos pensando en aquella playa que visitamos y donde quisimos y no pudimos descubrir la otra orilla. En aquella ciudad a la que le dedicamos tan poco tiempo y en la que tantas calles dejamos pasar de largo. En los restos de construcciones en las que personas como nosotros vivieron y amaron en tiempos que no somos capaces de imaginar y por las que nos hubiese gustado pasear algunos días más. En aquella ladera y en aquella terraza marinera en donde el sol al consumirse nos iba haciendo cada vez más pequeños y donde siempre nos quedó alguna mirada pendiente.

Siempre es agradable compartir el día a día, aunque estemos ocupados sacando adelante el tiempo con esa multitud de tareas a las que tenemos que hacer frente, algunas interesantes otras insustanciales pero todas ellas inevitables. Unas tareas que apenas si nos dejan unos minutos para decirnos al final del día, ya sin muchas fuerzas, que todo ha ido bien y que no hay ninguna novedad que merezca la pena contar.

Es agradable porque también en el día a día, en las mañanas, puedes dar esos abrazos, dulces y largos, en los que te detienes como si fuera la última mañana o, mejor aún, como si fuese la primera mañana de todas las que te esperan.

Se despierta la primavera y empezamos a intuir que muy cerca de nosotros hay carreteras y caminos de los que no vemos el final pero que nos están invitando a empezar a andar; hay estaciones donde los trenes nos llaman, dispuestos a trasladarnos entre paisajes que se desplazan rápidamente por nuestro lado; hay aeropuertos con aviones capaces de enseñarnos las nubes como nunca las habíamos visto.

Pero sobre todo, cuando la primavera se levanta y empieza a destapar al perezoso verano, está esa sonrisa que te ilumina el rostro dejando ver tu felicidad; está tu cuerpo que se endereza para que yo sienta envidia de los rayos de sol que lo acarician; está esa alegría que tanto echábamos de menos y la seguridad de que en aquella plaza, en aquella terraza, en aquel desierto, en aquella orilla del mar ya han puesto las bebidas a enfriar y el sol está esperando que lleguemos para ocultarse por el horizonte.

¡Cómo te echo de menos!

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Redacción Revista Ballesol
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Equipo de redacción de la Revista Ballesol
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