martes, abril 23, 2024
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CASA MIRA, EL MUSEO DEL TURRÓN EN MADRID

Es como entrar en un museo. Quien lo hace por vez primera se siente excitado y puede que intimidado. Estanterías repletas de dulces, especialmente turrones, llaman la atención del neófito, del visitante que ante tanta oferta no sabe por dónde empezar. Y luego están los de siempre, los asiduos, que saludan afectuosamente a los encargados; algunos se conocen desde hace más de 40 años. Es la clientela fija, la de todos años, y más en las fechas navideñas.

Como el museo del Prado, Casa Mira también está en Madrid. Concretamente en la Carrera de San Jerónimo, muy cerca de la Puerta del Sol y de Las Cortes. Es decir, en el corazón de una ciudad que trata de sobrevivir a su reconstrucción y que poco a poco va adquiriendo otra vez el rango de metrópoli. Se puede decir que Casa Mira representa lo mejor de Jijona en el centro de Madrid.

Dicen en los mentideros que el turrón de Casa Mira es un gran turrón, artesano y tradicional. Los que viven en Madrid lo saben, y los que no lo saben se pueden acercar a comprobarlo. Pero sin prisas, con tiempo y serenidad, porque con la llegada de las Navidades, Casa Mira se convierte en un hervidero de personas en busca del turrón, pero con mayúsculas. Todavía hay personas que paladean los productos artesanos, aunque cueste un pequeño esfuerzo económico.

A Luis Mira le costó llegar a Madrid más de cuatro viajes ya que cada vez que cargaba turrón, lo vendía antes de llegar a Madrid a causa de lo apetitosos y sabrosos que eran.

El negocio lo fundó D. Luis Mira, confitero de Jijona. A mediados del siglo XIX, D. Luis Mira emprendió un viaje desde su tierra a Madrid para vender sus turrones. Y dicen los que saben la historia de este artesano, que a D. Luis Mira le costó llegar a Madrid. Más de cuatro viajes. Cada vez que cargaba turrón, lo vendía antes de llegar a Madrid, en Albacete en Cuenca, a causa de lo apetitosos y sabrosos que eran, y que siguen siendo.

Instalado en Madrid en 1842 en un puesto en la Plaza Mayor y trasladado a una de las calles más castizas de la capital de España, la Carrera de San Jerónimo, Casa Mira es hoy en día es una de las tiendas de turrón más significativas de Europa. Su fama es tal, que envían sus productos dentro y fuera de España. Pero no sólo turrón, también venden todo tipo de variedades de dulces extraordinarios para el paladar. Porque Casa Mira ha sabido mantener inalterables las características de sus productos, que se elaboran sin añadir conservante ni aditivo alguno. Esta filosofía ha ayudado a crear una clientela fiel que no duda en adquirir sus turrones tanto en la época navideña como durante el resto del año, ya sea en su tienda o desde cualquier punto del planeta, donde la empresa envía pedidos. Y es que la calidad no conoce límites. Tal vez por eso, resulta muy habitual encontrar los productos de Casa Mira en las cartas de postres de los más prestigiosos restaurantes de Madrid.

TRADICIÓN FAMILIAR

En pleno siglo XXI, Casa Mira está dirigida por los descendientes del fundador. Sus tataranietos han sabido mantener la tradición familiar, y siguen elaborando  sus productos de una forma artesanal, único modo de conservar la calidad y el prestigio que, en su día, llevó a Casa Mira a obtener el reconocimiento de Proveedor de la Casa Real durante los reinados de Isabel II, Amadeo I de Saboya, Alfonso XII y Alfonso XIII. Cuentan de Luis Mira , que fue condecorado con la Real Orden de Isabel la Católica y nombrado Caballero Tocado del Rey, que un día, al poco de instalarse en Madrid, el rey lo llamó tras conocer que se le había muerto un hijo con 21 años y le dijo: “Para lo que usted quiera, aquí me tiene”. Y Luis le contestó: “Muchas gracias, pero tengo los almendras y azúcar para hacer el turrón, así que no necesito nada”.

Y es que en pocas familias comerciales se da tanto la sucesiva generacional en el negocio como Casa Mira. El actual propietario es ya la sexta generación. Es el tataranieto del fundador don Carlos Mira, el que regenta hoy el negocio. Y algo similar ocurre con sus empleados, como Dña. Amelia Almodóvar, que lleva más de 20 años trabajando en Casa Mira y puede contar mil y una anécdotas sobre la clientela de Casa Mira pero que, por respeto, calla.

La Carrera de San Jerónimo es una de esas calles que aún conserva el sabor añejo y castizo de otros siglos. Se encuentra rodeada de los tradicionales comercios que se dedican desde la venta de peinetas hasta la archiconocidas “violetas” de caramelo. En ella se ubica Casa Mira, muy cerca de otro “ilustre” de la gastronomía madrileña, como es Lhardy, uno de los restaurantes de más solera de la ciudad que conserva ese aire isabelino que lo hizo famoso durante el reinado de Isabel II.

ESCAPARATE DE JIJONA

El pórtico que nos invita a entrar en Casa Mira tiene un gran escaparate y en el letrero que cubre la portada reza en grandes letras “Sucesores de Luis Mira”. La tienda es de buenas proporciones con dos mostradores y anaquelerías y en el escaparate hay una bandeja rodante donde se exhiben productos de bollería y pastelería. El escaparate de Casa Mira es luminoso y colorido e invita a acercarnos para, una vez allí, deleitarnos la vista con apetitosos pasteles y bollos, con turrones artesanos, desde el clásico de jijona hasta el de avellana o coco, con pasteles de gloria, de yema o de nueces, con mazapanes y con unas frutas escarchadas que algunos conocen como las mejores de la ciudad. Y si nos dejamos llevar y entramos con la intención de probar algo de lo que nos ha llamado la atención fuera, descubriremos un local amplio y con solera, con estanterías llenas de paquetes de otro dulce característico de estas fechas: las peladillas. Desde los Reyes al pueblo llano a través del siglo y medio que la pastelería tiene de vida, han entrado allí a degustar y deleitarse con la vista y el olfato.

Durante muchos años, Casa Mira se dedicaba exclusivamente a la elaboración de turrón hasta que, a principios de los años cuarenta del pasado siglo, coincidiendo con su centenario, comenzó a comercializar otros productos que le permitieron mantener abierta la tienda durante todo el año. Entre esas nuevas especialidades destacan las yemas, el marrón glasé, las frutas confitadas y, sobre todo, los dulces de nuez.

Ahora, Casa Mira produce y comercializa turrones duros, de guirlache, de yema y de frutas, ya que el turrón de Jijona (conocido como “blando”) sólo puede elaborarse en esa localidad alicantina para poder denominarse así. Por esa razón, Casa Mira no ha roto su relación con Jijona sino que, al contrario, cuenta con un centro de producción ubicado en la antigua finca familiar que se encarga no sólo de elaborar el turrón blando, sino también de suministrar a Madrid la almendra que sirve para la fabricación del resto de su oferta.

Sin embargo, el turrón es el protagonista por excelencia en Casa Mira. Durante el mes de diciembre, lo que se llama “la temporada”, pueden llegar a vender más de 50.000 kilos de turrón. Y el secreto del turrón, dice que no hay más secreto que las almendras.

Pero como los tiempos han cambiado que es una barbaridad, en Casa Mira tienen turrón todo el año. Por si no quieren esperar a Navidades.

Breve historia del turrón.

“Cierta golosina que se hace de almendras, avellanas, nueces, piñones y se tuesta con miel del mismo origen”. Así se hablaba en Sebastián de Covarrubias y Orozco, en 1611, del turrón.
Se cree que ya en la época griega se preparaba una pasta compuesta por frutos secos (almendra, principalmente) y mieles, la cual servía a los deportistas griegos como producto energético para participar en las Olimpiadas.
Más recientemente, se han constatado datos históricos que aseguran que el turrón ya existía en la villa de Sexona (actual Jijona) en el siglo XVI.
Fueron los árabes quienes introdujeron este dulce, y así lo reconoce el Consejo Regulador de las Indicaciones Geográficas Protegidas del Turrón de Jijona y Alicante.

A pesar de todo, existen diferentes versiones acerca del origen del turrón.
Unas fuentes afirman que el turrón surgió tras un concurso propuesto por los árabes en el que se trataba de buscar un alimento nutritivo que se conservara en buenas condiciones durante una larga estancia y que fuera transportado fácilmente por sus ejércitos sin peligro de intoxicación.
Otras fuentes, no obstante, afirman que el turrón surgió gracias a la elaboración por parte de un artesano de Barcelona, apellidado Turró, el cual realizó un alimento con materias primas abundantes de la región que sería un recurso indispensable en épocas de escasez y hambrunas, ésta versión es la menos respaldada.

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Redacción Revista Ballesol
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Equipo de redacción de la Revista Ballesol
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