martes, abril 23, 2024
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LA VUELTA AL MUNDO DE QUINO

Reconoce que oye el mar en el silencio de su habitación. Olas que pasan, recuerdos que emergen. “¡Aballestar ese cabo!¡Mirad el barógrafo!”. La voz aguda de Joaquín Quero se cuartea por momentos. Busca un libro, lo agarra con fuerza y recupera el aliento. Rodeado de relatos navales, héroes anónimos y marinos como Magallanes o Elcano, encontramos sus hazañas: “¡Joaquín Quero, cinco veces campeón de España de vela!”, “¡Quino, campeón del mundo (1999)!”, “Un paralímpico alicantino en Atenas”, “Quino, al timón del equipo español de vela adaptada en Sydney”… Si no fuese por un ictus que le mantiene en una silla de ruedas “pero en las mejores manos que tiene Ballesol San Juan”, estaría, por qué no, junto a su hermano subido en su embarcación favorita, una 49, aunque aún recuerda con la que participó en Atenas 2004: “A la gente que iba en silla de ruedas se le acoplaba unos asientos fijos de plástico como los de un campo de fútbol. En el 2,4 con el que participé iba metido como en un fórmula 1, sólo podías asomar la cabeza”.
La primera vez que se subió al barco de su padre tenía nueve años y terminó llorando. Aquel velero que se movía tanto, también agitaba la curiosidad de un joven que ya no se separaría del mar. El puerto de Alicante ha sido testigo de su vida y el prólogo de su experiencia más épica: embarcarse en la primera vuelta al mundo de regatas junto a dos amigos. Fue en 1981 a bordo del Licor 43. La desenfrenada ilusión de Quino se sobrepuso “a romper dos veces el mástil, a volcar en medio del océano Índico a la altura de los 40 grados sur por una ola de grandes dimensiones…”, el relato sombrío de esta aventura se cercana a la supervivencia.

Antes de retrotraerse en aquella sobrecogedora situación, y volviendo a la realidad, aprecia la admiración que concita entre los residentes de Ballesol San Juan. “No es la primera vez que comparto mis historias, es una terapia fantástica, emocionante, reconfortante” define enfundado en un polo del equipo de competición de vela que muestra con orgullo. Vuelve el silencio al salón de la residencia, y prosigue en su periplo: “Conseguimos llegar a Mar de Plata con los trozos del mástil, repararlo, y de allí a Portsmouth. Fueron cuatro etapas y más de 27.000 millas náuticas” en un velero que era demasiado pesado, tenía tres toneladas más de lo previsto, contaban los entendidos. La expedición de Magallanes y Elcano tardó casi tres años en realizar la primera circunnavegación de la Tierra en la historia. La vuelta al mundo de Quino fue algo más breve, “160 días y dos horas”, señala con el signo de la victoria y entre sonrisas.

El mito de este alicantino se fraguó en Olimpiadas (Atenas y Sydney) y Campeonatos del Mundo, pero también en la superación diaria de hollar retos más allá de sus cincos campeonatos de España o de dirigir el club de regatas de Alicante. “La única discapacidad en el mundo es dejar de luchar por la vida”. Y él lo hace en el centro de Ballesol San Juan con todas las atenciones posibles –“¡Aquí estoy de fábula!”, dice de manera literal– desde que hace dos años padeciese un ictus que le ha afectado a toda la parte izquierda del cuerpo. “No me falta atención y cuidados, hasta nos hemos acercado con más residentes y trabajadores de Ballesol a la playa para disfrutar de la brisa del mar y contemplar el precioso atardecer alicantino”. Como marino y navegante no deja de explorar rutas y sueños desde los libros y vídeos de expediciones que visualiza en su habitación de Ballesol San Juan. “Lo próximo que quiero compartir con los demás residentes es un viaje en uno de los barcos de recreo del puerto de Alicante”. ¡Adelante, Quino!

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Redacción Revista Ballesol
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Equipo de redacción de la Revista Ballesol
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