Dr. en Psicología Biológica y de la Salud por la Universidad Autónoma de Madrid. Coordinador de proyectos de investigación de carácter nacional e internacional. Representante de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología en la IAGG-International Association of Gerontology and Geriatrics. Director científico del Programa de Mayores de la Obra Social “La Caixa”
La etapa de vida adulta cada vez es más larga, el modelo de familia ha cambiado y el individualismo y el hedonismo impera en la sociedad. Con estas premisas da respeto pensar en llegar a ser persona mayor. ¿La clave para el futuro pasa por recuperar valores sociales como la solidaridad, el respeto y el reconocimiento intergeneracional?
Estamos en un momento de cambio. Creo que lo que entendemos como ciclo vital se está transformando. Somos niños durante más tiempo. La adolescencia dura cada vez más. La vejez también se alarga en el tiempo. Lo que necesitamos es asumir estos cambios en el ciclo vital y pensar que la vejez es algo complejo, representado en diferentes etapas, una vejez que se caracteriza por su diversidad y heterogeneidad ante una vejez que se alarga en el tiempo (dos quizá tres décadas) tener un proyecto personal para la vejez, cooperar en el bien común, la cuestión del sentido, o tener una vida plena… ganan espacio.
¿Qué retos debe de asumir nuestra sociedad española para conseguir un equilibrio entre longevidad y calidad de vida?
Tenemos varios retos. El primero, esencial y si se quiere monumental, es la renovación del pacto intergeneracional. Esta norma no escrita por la cuál nos ocupamos de los niños y los cuidamos. Además, pensando que cuando seamos mayores se ocuparán de nosotros. Este pacto que tiene que ver con los cuidados de niños y mayores, que está relacionado con las pensiones, con los servicios sociales, sanitarios y los ejes principales de esta sociedad…cada vez está más deslegitimado.
Otro reto es el de los cuidados, cambiar la perspectiva desde la que se hace la gerontología. No se trata sólo de prevenir sino de ayudar a la gente a desarrollarse y crecer. Las relaciones sociales y su “reverso tenebroso”, la soledad, son también otro reto fundamental. Retos no faltan, pero tenemos que elevar la vejez y los cuidados a prioridad “nacional”, pensar que tenemos una oportunidad (que lo es)…
¿Cuáles son, desde su punto de vista, los pros y los contras de propuestas como el envejecimiento activo y qué tipo de proposición para prevenir la dependencia sería más adecuada lanzar a nuestra sociedad?
Hay que diferenciar entre paradigma (lo que proponía el modelo) y la realidad (lo que se ha desarrollado). Yo haría algunas propuestas de cambio, entre ellas:
- Buscar una mayor transversalidad de las intervenciones yendo más allá de lo “físico”; y lo cognitivo hacia relaciones sociales y las emociones
- Creo que el paradigma del envejecimiento activo como respuesta política al reto del envejecimiento demográfico fue desarrollado por expertos y no ha tenido en cuenta la opinión de los mayores ni en su génesis ni en su desarrollo. Hay que contar con los mayores.
- Un nuevo modelo de vejez tiene que ser capaz de personalizar. Actualmente tenemos un modelo muy generalista (envejecimiento activo).Todo no sirve para todos, es necesario contemplar las diferencias y la diversidad del colectivo de los mayores.
- Necesitamos una mirada realista de la vejez y no estereotipada.
- En la medida en que el envejecimiento como etapa se alarga hacer actividades y actividades, muestra sus límites. Las personas demandan dar sentido y significado a lo que realizan y que las actividades formen parte de un “todo” personal, que el paradigma no aborda.
- El paradigma del envejecimiento activo integra mal la fragilidad, la soledad y la dependencia . Hay que integrar lo que ahora parece negativo.
- Necesitamos forjar proyectos personales y colectivos. Esta sociedad necesita de los mayores y hay que buscar cual es ese rol y ejercerlo.
- Necesitamos ir más allá de un paradigma de mayores para mayores. Es necesario abrirse a lo intergeneracional, a los otros, al bien común.
¿Cómo podemos contribuir los medios de comunicación a aportar una visión de la “senectud” real, alejada del edadismo o de una imagen edulcorada?
Pues hablar de la heterogeneidad, la diversidad y las diferencias. Hablar que entre los 65 y 90 años pasan tantas cosas como de entre 0 a 25 años o de 10 a 35. Hablar de la realidad y no ocultarla, es decir, en esa vejez hay fragilidad, dependencia y salud.
Como Director Científico del Programa de Mayores de Fundación “La Caixa”, presentó recientemente el estudio sobre “Soledad y riesgo de aislamiento social en las personas mayores”. ¿Qué peso tiene la salud y cuál la edad en la soledad no deseada? ¿Cuál es el perfil de persona mayor en situación de soledad no deseada?
La soledad es un problema relevante para toda la población, especialmente para las personas mayores, aunque es una cuestión de la que se habla poco, que se disfraza y se diluye en la vida cotidiana. La muestra se hizo a personas de entre 20 y 100 años. Se les preguntó si ¿es la soledad en España un problema relevante? Con independencia del género y la edad, las personas encuestadas opinaron que la soledad es un problema relevante, pero especialmente importante en el caso de las personas mayores. En cambio, cuando se les preguntó sobre si conocen a personas en situación de soledad, los resultados señalaron un desconocimiento generalizado. Muy pocas conocían a personas que estuviesen en esa condición.
Otros datos de interés que arroja este estudio es que la mayoría de los encuestados descartaron que sea lógico que las personas mayores estén solas. Por el contrario, sí que prevalecen estereotipos como que el deterioro físico y mental es normal en la vejez o que las personas mayores son como niños. Estos estereotipos hacen que el colectivo de las personas mayores sea más vulnerable ante situaciones de aislamiento y fragilidad, lo que puede dar lugar -entre otras consecuencias- a un trato inadecuado hacia estas personas.
Asumiendo que la soledad no deseada de las personas mayores debe de ser atendida desde un enfoque multidisciplinar, ¿qué medidas cree perentorias para abordar esta situación?
La soledad no excluye a nadie, es para todos. Y la exclusión genera mucha soledad. Esa es la realidad que tenemos en España.
Creo sinceramente que hay que intervenir:
- Empoderando a las personas para hacer frente a las situaciones de soledad. Es decir, que las personas tengan recursos propios y personales para hacer frente a esto.
- Activando y generando redes de apoyo en la Comunidad, y esto no es tomarse un café los jóvenes con los viejos, que es lo que se hace habitualmente. Eso necesita ciencia y conocimiento como todo.
- Sensibilizando a la ciudadanía porque tenemos un desafío importante en dos cosas: la soledad y en el reverso de la soledad que son las buenas relaciones sociales.
En este sentido y por lo que hemos podido analizar en el estudio, en España tenemos un problema a partir de los 20 años con los parámetros que miden esa calidad de las relaciones sociales.
¿Cómo se puede prevenir el aislamiento social en las personas de mayor edad de manera efectiva y sostenible temporal y económicamente?
Creo que tenemos que cambiar el discurso, decir a la población -solo hace falta mirar los datos de los estudios longitudinales- que comprometernos en las relaciones sociales es algo fundamental, que debemos pensar que somos seres interdependientes, que detrás del individualismo hay…… poca cosa.
¿Cómo le gustaría que fueran esos cuidados si de usted dependiera?
Si de mí dependiera haría muchas cosas, por ejemplo, crearía nuevas profesiones relacionadas con el cuidado. Lo haría más centrado en la calidad de vida. Lo haría más personalizado..Lo prestigiaría porque es terrible que el cuidado de nuestros niños y mayores no esté prestigiado y por tanto las profesiones sean de tercera división. Y entender que los mayores son los que deciden y no nosotros, aún nos cuesta mucho. En fin, diversidad, heterogeneidad, flexibilidad, acompañamiento, personalización…por ahí iría la cosa.