LA FELICIDAD DE HACER ALGO JUNTOS

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Se muestran humildes desde la primera palabra. Todo lo que hacen les parece normal. Hablan en tercera persona, una evidencia de su solidaridad. “Ellos se lo merecen, lo necesitan, lo agradecen…”. Aseguran que la filosofía de Ballesol de apoyar proyectos y causas solidarias ayuda en su devoción por lo que hacen.

D. Ángel y D. Antonio tienen los mismos años y residen en Ballesol Francisco de Rojas, muy próxima a la Parroquia de Santa Teresa y Santa Isabel, donde colaboran casi todos los días. El primero en el despacho de Cáritas, y el segundo en la oficina parroquial. D. Ángel fue empleado de banca toda su vida, casi el mismo tiempo que dedicó a ayudar a los más necesitados. “Llevo 26 años en Cáritas y el corazón se me sigue encogiendo como el primer día”. A las 10 de la mañana sale de Ballesol Francisco de Rojas y no regresa hasta la hora de comer. Su independencia y el carácter humanitario se reflejan en los valores de la residencia y en muchos residentes que aprecian lo que hace por “nada a cambio”. Su labor en la parroquia está acompañada por la de cinco personas más –la mayoría jubiladas– que distribuyen los alimentos sobrantes de la Unión Europea, Cruz Roja y particulares.Vienen muchas mujeres inmigrantes con niños preguntando por un empleo”. En la puerta de la parroquia coincide con Antonio. Intercambia sensaciones y un consejo. “En la solidaridad hay que tener corazón, pero sobre todo compromiso y constancia”.

La vida de D. Antonio siempre ha estado en Chamberí. A los pies de la parroquia recuerda que “aquí me bautizaron y se casaron mis padres”. Vivir en Ballesol Francisco de Rojas le llena como persona. Sentir el compromiso del personal de la residencia, el espíritu colaborativo de residentes y familiares le anima en su afán voluntario. “Acudo al despacho parroquial dos horas todos los días. Aquí apunto misas, funerales, actualizo y detallo libros de bautismo…”. Y todo lo sigue haciendo a mano, “y eso que en la residencia estoy aprendiendo con el ordenador”, comenta encantado junto al secretario parroquial que escucha con una sonrisa de complicidad. Su mensaje empieza por “saber escuchar al necesitado” y termina por asegurar que “los que más lo necesitan no siempre son los que lo piden, sobre todo por vergüenza”.

D. Ángel y D. Antonio, residenteS en Ballesol Francisco de Rojas
D. Ángel y D. Antonio, residenteS en Ballesol Francisco de Rojas

Decía Séneca que “no hay bien alguno que nos deleite si no lo compartimos”. Aludiendo al filósofo, escritor y orador romano, Dª. Carmina Pardillo, residente en Ballesol Olavide se refiere a la solidaridad como “una palabra indudablemente positiva que revela un interés casi universal por el bien del prójimo”.

A sus 90 años esta mujer polifacética y enamorada de la cultura y la historia abrió sus ojos al arte cuando vio una exposición de Egipto en Londres. Sus ocupaciones como profesora de instituto no la privaron de viajar a Francia, Inglaterra, Escocia o Hungría para apreciar la cultura de cada pinacoteca. ¿Por dónde empezar?, se pregunta cuando los residentes de Ballesol Olavide la piden que cuente su maravillosa historia de solidaridad. “He escrito 22 libros para niños y mayores, y ninguno tenía puesto el precio”. Entre ellos destaca un pequeño cuento para los niños del Instituto Misioneras Asuncionistas a los que sólo les pedía una cosa como contraprestación: “rezar tres veces al día a la virgen Margarita Concepción”. Su excelente memoria no se deja nada atrás, generando una gran expectación en la residencia cada vez que habla.

 Dª. Carmina Pardillo, residente en Ballesol Olavide
Dª. Carmina Pardillo, residente en Ballesol Olavide

“También he estado catorce años de voluntaria acompañando y escuchando a las personas mayores de la residencia Doña Fausta de la calle Conde de Peñalver”. En todo este tiempo hay algo que repetía con asiduidad, sus visitas al museo Sorolla, que fueron casi diarias hasta que en una conferencia de las aulas de la tercera edad la convencieron para ser voluntaria en los museos de Madrid. Empezó en 1993 guiando a grupos de niños y mayores por su museo favorito. Desde que llegó a Ballesol Olavide hace cinco años ese carácter voluntario le ha llevado a organizar continuas visitas con residentes de Ballesol que ella misma guía en este museo. “El que da un gran servicio recibe una gran recompensa”, repitió la última vez que acudió a esta pinacoteca junto a trece residentes de Ballesol Olavide  y Francisco de Rojas. No fue una despedida pese a que sus amigos y compañeros en la residencia “casi se hicieron más fotos con ella que con los cuadros”, apunta una de las admiradoras con la que comparte lectura y recuerdos de las cuatro visitas que han realizado a esta galería: Amigos, les presento a Joaquín Sorolla, un artista sincero porque pintó lo que veía, un enamorado de la luz y el color, el que mejor ha jugado con ellos…ante ustedes “La bata rosa”, la obra que me enamoró, un lienzo de más de dos metros, un ejemplo de la inmensidad y fuerza de la luz”. Aquella explicación de Dª. Carmina aún sigue emocionando a todos los residentes de
Ballesol, porque para aquellos que no pueden trasladarse hasta el museo, prepara diapositivas, libros abiertos, charlas, conferencias… “Los mayores tenemos muchas inquietudes y ganas de seguir aprendiendo”, se despide sentada, entre residentes y amigos, enseñando la obra de su admirado Sorolla.

Sus manos han labrado el campo, soldado lo imposible y conducido hasta un taxi. También quiso ser torero, pero con mucho arte cambió la muleta por el violín “y durante cuatro años España por Holanda”, matiza D. Vicente García, hijo de músico y con buen oído para aprender del sonido de la trompeta y el violín en la compañía de Almacera, La revoltosa en Valencia y en la Rondalla del centro de mayores del Cabañal, donde lleva veinte años “participando en conciertos solidarios para asociaciones y residencias como la de Ballesol Patacona.

 D. Vicente García, residente en Ballesol Patacona
D. Vicente García, residente en Ballesol Patacona

El día que se acercó hasta aquí también cambió parte de su vida. “La emoción y empatía con la que los residentes apreciaban nuestra música me llevó a ofrecerme a celebrar conciertos en solitario para todos ellos”. Una idea brillante y solidaria –pensó Javier Simarro, técnico de animación socio-cultural en Ballesol Patacona– para complementar el proyecto de musicoterapia que coordina. Cuando a este músico conquense se le pregunta por qué lo hace, se apoya en que “lo más importante no es lo que damos, sino el amor que ponemos al dar” y en una historia que relata con emoción y lágrimas: “La música para mi representa además de la consecución del sueño de mi vida, una vía de escape a la depresión. Al fallecer mi mujer me sentí muy solo, incluso pensé que para mí la vida ya no tenía sentido, fue cuando, animado por mis hijas decidí comprarme mi primer violín”. Este es el mensaje que quiere trasladar a los residentes de Ballesol Patacona, “que nunca es tarde para comenzar a ver tus sueños cumplidos, ya sea tocando un instrumento, pintando un cuadro o escribiendo un libro… Yo lo hice a partir de los 65 años y ahora con 80, mantengo toda la ilusión del primer día”. De eso no hay duda. En Fallas, en la fiesta de la castaña, en un cumpleaños, allí está D. Vicente García, solo con su violín o en compañía de su Rondalla, haciendo disfrutar a los residentes, “que ya son amigos con los que conversar y compartir historias e inquietudes de nuestras vidas. Me siento como en mi casa”, confiesa entre los aplausos de los que le escuchan agradecidos. Su influencia en Ballesol Patacona ha servido para que muchos residentes disfruten de los beneficios de la música “como elemento lúdico y terapéutico, ocupando una parte importante dentro de las actividades musicales de este centro los conciertos culturales a cargo de Rondallas, bailes regionales e internacionales, música de cámara… También hemos puesto en marcha el Coro intergeneracional Patacona, integrado por residentes y alumnos del Instituto, además de las sesiones de Musicoterapia”, relata Javier Simarro, que aprovecha para recordarle a su admirado D. Vicente García los beneficios que se consiguen con la musicoterapia: “Cambia positivamente el estado de ánimo de las personas, ofrece un control de la vida que nuestra rutina puede hacernos perder, mejora la socialización con los demás, reduce el estrés, disminuye la ansiedad y nos permite tener más capacidad creativa…” Ya lo decía Platón: La música es para el alma lo que la gimnasia para el cuerpo.