Cuando echamos la vista atrás, y es frecuente que algo así lo hagamos cada vez que se acerca el final de un año, no podemos dejar de deslumbrarnos por los grades personajes a través de cuyas vidas y trabajos nos narran la historia pasada.
Afortunadamente, hay ocasiones en las que conseguimos evitar las luces de artificio, bajamos nuestra mirada y logramos, entonces, ver a toda una multitud de mujeres cuyo valor y mérito las convierten en las auténticas protagonistas de la historia, en quienes han construido este mundo en el que vivimos.
E imagino que no debía ser nada sencillo empezar a vivir en los años veinte del pasado siglo. Tampoco ser niñas en aquellos pueblos segovianos, por citar algún lugar, donde de pocas diversiones se disponía y donde los medios materiales y las posibilidades de acceso a la educación directamente eran inexistentes.
Dejándose la piel de las manos en el agua fría de los ríos donde se lavaba la ropa. Aguardando la llegada del verano para disfrutar de la luz que no había en las casas. Y, así y todo, haciendo planes para el futuro, riendo y compartiendo secretos, miradas y aspiraciones.
Con ese valor que les permitió dejar atrás la seguridad de sus familias para aventurarse en grandes ciudades donde, sacando fuerzas de su propia soledad, construirse una vida, encontrar con quien compartirla, hacer una familia y asegurarse de que sus hijas e hijos tuviesen una vida mejor que la que a ellas les había tocado.
Nunca es demasiado pronto, y si nos descuidamos podría ser tarde, para darles un abrazo e intentar arrancarles una sonrisa a todas esas mujeres sin las cuales nuestro mundo no sería posible.
Y hoy, cuando por el camino han ido perdiendo a personas a las que tanto quisieron, continúan, como siempre, fuertes y enteras pero sin darse cuenta de su propia importancia, sin ser conscientes de todo lo que en su vida han logrado y de lo orgullosos que de todas ellas nos sentimos.
Nada piden, porque nunca pidieron nada. Tampoco esperan grandes cosas, porque siempre han dado más de lo que han recibido. Simplemente están ahí, mirando pasar el tiempo y administrando las pocas fuerzas que les quedan.
Nunca es tarde, ni demasiado pronto, para decirles que son ellas las heroínas de la historia. Para decirles que, aunque sus nombres no salgan en los libros, los hombres y mujeres de hoy, y los del futuro, no existirían sin su esfuerzo y su sacrificio. Para hacerlas sentirse orgullosas y satisfechas por lo que han hecho.
Nunca es demasiado pronto, y si nos descuidamos podría ser tarde, para darles un abrazo e intentar arrancarles una sonrisa a todas esas mujeres sin las cuales nuestro mundo no sería posible.