EDUARDO SANCHEZ BEATO

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De pequeño, Eduardo Sánchez-Beato fue su propio productor de cine; y el guionista, el director de fotografía, el escenógrafo y el montador, y los actores que actuaban en sus películas eran las estrellas que dibujaba su imaginación.

De pequeño, Eduardo Sánchez-Beato fue su propio productor de cine; y el guionista, el director de fotografía, el escenógrafo y el montador, y los actores que actuaban en sus películas eran las estrellas que dibujaba su imaginación. Así lo cuenta él, cuando le pregunto por el descubrimiento de la vocación artística y sus primeras prácticas: “Yo siempre estuve unido a las imágenes, no recuerdo un momento especial de descubrimiento, como tu dices. Quizás…, mira, cuando tenía nueve o diez años, a mí me gustaba mucho el cine y hacía mis propias películas: dibujaba escenas en unas hojas, luego las cortaba en tiritas, a esas tiritas les aplicaba unos palitos en los extremos, y las enrollaba, las extendía y las pasaba…, como si se tratara de rollos de celuloide. Siempre estaba dibujando, de una manera o de otra. Hubo, eso sí, una cosa muy bonita que me pasó, cuando tenía doce años: en una de las plazas de Toledo me paré como un buen mirón junto al caballete de una pintora de aire libre; a ella le gustó mi atención, habló conmigo y me regaló unos cuantos tubitos de óleo. Aquello fue muy importante para mí. Pocos años después, me matriculé en la Escuela de Artes y Oficios, no en Pintura, que no había, sino precisamente en Escenografía; pero lo que hacía era pintar y pintar. Allí, aprendí mucho con Guerrero Malagón”.

Años de formación

Aunque no fuera la escenografía lo que Sánchez-Beato practicara durante sus dos años de Escuela “algo” hay en sus óleos de esa especialidad – quizás, la elocuencia, la dimensión o la óptica…- en las diversas, seguras y arriesgadas etapas de su pintura. Pintura en la cual la abstracción y la figuración nunca se oponen como términos irreconciliables y excluyentes: conviven, dialogando educadamente, sabiéndose parte de una polaridad cuyo conjunto y resultado es la personalidad plástica de este pintor, tan interesado por la técnica como por las ideas, por la evolución del arte y por la marcha de la sociedad, por la pintura clásica y por los procedimientos actuales que no echa en saco roto sin reflexionar sobre ellos.

El color como esencia, la estructura como vehículo, el asunto como prestexto. Conciliar el sentimiento con la razón.

Atravesar las sensaciones para encontrar el sentido. Navegar entre tendencias y estilos: conseguir una voz propia» Sánchez-Beato disfrutó a fondo, en su momento, de las magníficas condiciones y posibilidades de desarrollo artístico que proporcionaban las Becas Juan March. Se marchó a Italia, tras pedir una excedencia en sus quehaceres como maestro –profesión de la cual se ha jubilado no hace mucho- y utilizó aquel tiempo en impregnarse del arte clásico, renacentista y barroco, en hacer buenas amistades artísticas y en sentir que el mundo no se acababa en los Pirineos. Poco antes de su marcha a Italia, llevó a cabo una exposición individual en la Galería madrileña “Círculo Dos” que recuerda por sus buenos resultados en cuanto a atención, ventas y crítica, entre ellas una firmada por José Hierro. Fue una de sus primeras exposiciones, a la que seguirían muestras numerosísimas, tanto en ámbitos privados como institucionales, dentro y fuera de España, a solas y acompañado, y siempre entregado a los pasos positivos de su trayectoria.

Fundador de Tolmo

“Fue… la necesidad. Creamos y pusimos en marcha la galería por pura necesidad: por entonces, en mi ciudad no teníamos nada, nada donde exponer ni donde ver pintura actual. Así que…, en el año setenta y uno alquilamos un localito, lo remodelamos, empleamos sin duelo tiempo, ilusión, dinero y esfuerzo, y abrimos la Galería Tolmo. En esa aventura estuvimos pintores y amigos, entre otros, Francisco Rojas, Luis Pablo Gómez Vidales, Raimundo de Pablos, yo… Ha sido una experiencia y una tarea que ha durado para mí cuarenta años. La galería sigue, aunque hace un año que me he alejado… La galería se inauguró a lo grande, con una exposición de Canogar; a la que siguieron artistas del calado de Venancio Blanco y de Lucio Muñoz…, y ciclos de arte suizo, conferencias, presentaciones de libros, recitales… Todo lo que no teníamos y echábamos de menos, como ves. Toledo, ahora, tiene casi demasiada oferta cultural, pero entonces era un erial”. No lo dudo. Más, nunca, no obstante, como puede experimentar quien se acerque a Sánchez-Beato, la infecundidad de erial alguno ha tenido ni tiene parte en sus ideas y aspiraciones, en sus hechos, en su amor y fidelidad por la pintura, en la seria, sabia, honda y comprometida trayectoria de las obras de este pintor.