MARIA LUISA CAMPOY

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Una pella de arcilla entre mis manos y otra, entre las suyas: la mía, inerte, extraña, ajena a mí; la suya… transformándose enseguida con una suavidad emocionante, respondiendo a presiones que apenas registraba mi mirada. Es mi primer recuerdo de María Luisa Campoy, el de sus manos tocando aquella arcilla dócil, dispuesta a las mudanzas de su voluntad, estableciendo un diálogo, en medio de un taller –Escuela de Arte Kroom- con un gran horno, pigmentos naturales y esmaltes artificiales, recipientes con elegantes y útiles palillos para modelar, espátulas y vaciadores, tornos de mesa, banquetas de buen porte y carteles de arte en las paredes, con buena luz en una planta sótano de su escuela en Madrid, por los años ochenta. Me apunté. Y a ese primer recuerdo, a esa primera observación transformadora de sus manos pude ir sumando otras, abundantísimas, de cómo ella dejaba que la arcilla ejerciera su acción sobre las yemas de sus dedos antes de que sus dedos ejercieran la suya sobre ella: ¡el secreto del tacto! Ese estar atentos al reconocimiento de la acción que aquello que tocamos modifica en la forma de nuestros dedos, de nuestra palma, de nuestra piel externa, de nuestra propia configuración. Algo que permanece secreto no porque haya de serlo, sino porque no solemos desvelarlo, prestarle la atención debida, percibirlo ni experimentarlo. Y ese conocimiento, ese entendimiento, ha sido a su vez uno de los secretos de las obras de esta escultora, una de las características de su lenguaje formal, parte importante de la relación fidelísima que aficionados, galeristas y coleccionistas han establecido y siguen estableciendo con sus obras.

Años de aprendizaje, viajes y reconocimientos 

Es indudable que al talento, al don, hay que aplicarle los recursos precisos para que sea fecundo pero, antes que nada, es necesario descubrirlo, reconocerlo en uno mismo, sentir vibrantemente esa voz interior que nos dice “¡eso es lo mío!”, y disponerse a ello. Así ocurrió en el caso de Campoy, así lo cuenta: “Siendo muy niña, estaba en la calle delante de un bloque de cemento en el que trabajaban unos albañiles; cogí una espátula y empecé a modelar una figura. Entonces me dí cuenta de que esa era mi pasión.” Y le fue fiel. En su ciudad natal, Málaga, y en Córdoba, estudia pintura y escultura durante ocho años en las escuelas de Artes y Oficios, trabaja en el mundo del diseño llevando a cabo entre otros cometidos grandes murales cerámicos -muchos de ellos con destinos lejanos, como Estados Unidos y Japón- y escultura monumental, de calle y plaza, para el aire libre; y se va a Londres para continuar adquiriendo recursos, capacidades, habilidades con las que alimentar al talento; estudia entonces en Glasgow Art School, Hameuersmth Art School y San Martir Art School, estudia y vive, adquiere experiencias cruciales para la sensibilidad, la libertad, y la imaginación. Darán sus frutos. Y monta su primer estudio allí, en Londres, donde sus experiencias personales y artísticas pueden alimentar adecuadamente su pasión, su actividad y su esperanza, antes de regresar a España e integrarse en los famosos Talleres de Arte Granda, en los cuales crea y dirige la sección dedicada a mural y escultura cerámica hasta 1973. Sus creaciones viajan por entonces abundantemente fuera de nuestras fronteras y participan en ferias internacionales de Londres, París, Milán, Frankfurt, Estocolmo, Zagreb, y siendo expuestas en Chicago y Nueva York, ciudades en las cuales es invitada a dar charlas y conferencias en diversos institutos, sobre temas de escultura, diseño y cerámica. Deja “Arte Granda” y monta su propio taller en Mejorada del Campo, donde continúa con su interés por llevar a cabo murales de gran porte que dialoguen con la arquitectura, siempre con un decidido afán por que su arte se encuentre entre la vida cuotidiana de la gente como se encuentra en su propia vida familiar. Y en el ochenta y cuatro, La galería Kreisler inaugura su primera exposición individual en Madrid. A partir de entonces, la actividad expositiva será constante, tanto en galerías como en ámbitos institucionales, en España, en Europa y en Hispanoamérica, y estando presente en numerosas ferias y bienales. Kreisler siempre como su galería española, y Caldwell Snyder -sedes en San Francisco, Nueva York y Chicago- como su galería Norteamericana, a partir de 1995. Y hasta hoy.

Juego, humor, realidad, fidelidad

La arcilla, la madera, el bronce, los metales, la conjugación de materias y de materiales, el diálogo artístico entre el arte escultórico de la historia pasada y la historia presente –la que se hace llevando a cabo ahora nuestras aspiraciones- y una imaginación que tanto acude a la pasión ideal del juego y el humor como a la atención a esa realidad que llamamos adulta, y ese secreto desvelado, el del tacto, tan certera y amorosamente experimentado y aplicado por María Luisa Campoy, con el cual dota de vibración innegable a sus obras… Todo ello, todo esto, de lo que podemos hablar y escribir, y todo cuanto ha de quedar reverentemente preservado en el silencio de este crucial regalo del espíritu que es el Arte, ha sido en la vida y la trayectoria de María Luisa Campoy esa pasión descubierta “siendo muy niña” y a cuya tarea ha sido emocionantemente fiel.