ESTA ES MI VIDA

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Juan Tenorio
Juan Tenorio

Diario de dos residentes de Ballesol, que continúan ejerciendo la que fue su profesión con la misma devoción de siempre

Pocas veces le encontrarán sentado. Inquieto, divertido, parece un niño esperando a que alguién le proponga un juego. El carácter de D. Luis Rolandi no ha cambiado, tal vez su memoria, de la que admite “ha mejorado aún más desde que estoy en Ballesol Pozuelo”.
Aunque trabajó toda su vida en el Instituto Nacional de Previsión como interventor, donde conoció a su mujer, apasionada por el teatro, fue el amor por ella lo que arrastró a este galán a subirse a las tablas de un escenario. “Siempre he sido un actor secundario, la protagonista era ella, que incluso recibió el premio a la mejor interpretación femenina por el Diario de Ana Frank”. La admiración de este marido a su mujer encoje un corazón. “Llegué a Ballesol hace más de dos años por ella que está enferma, pero estoy en la gloria y aquí me quedaré”. Un pequeño sollozo y vuelta a la historia. “¿No pienses que no trabajábamos, eh?”, se ríe a carcajadas mientras recuerda que todas las tardes ensayaban dos horas para actuar después los fines de semana en los mejores teatros, El Español, Alcázar… “Y no ganamos ni un duro, salvo cuando participábamos en concursos, que con los premios nos íbamos de viaje”, confiesa.

 

“Llegué a Ballesol hace más de dos años por ella que está enferma, pero estoy en la gloria y aquí me quedaré”

 

A sus 90 años hay cosas que ha recuperado de la juventud. Después de 25 años haciendo teatro, dejó pasar el tiempo, “tal vez demasiado”, sin asomarse tras un telón griego… hasta que llegó a Ballesol.

 


“¿Alguién se apunta a formar un grupo de teatro?”, preguntaron Nacho –Tasoc- y Vivi –Terapeuta Ocupacional-. La primera reacción de D. Luis fue repetírselo a su mujer. “Hay tiempo para todo, amor”, le respondió ella. El primer voluntario es también ahora una de las voces del coro musical de Ballesol Pozuelo y un monologuista que enriquece su memoria y acomoda hábitos en su nueva ocupación artística. “Antes improvisaba sobre la marcha, pero ahora me leo los monólogos hasta en la cama”. La carcajada y la ironía acompañan mejor sus representaciones cómicas, que también se apoyan en deseos para los demás residentes. “Los árboles más viejos dan los frutos más dulces” les dice mientras anima a todos ellos a estar activos y desarrollarse escénicamente. El salón de Ballesol Pozuelo retumba en aplausos, pero él, empeñado en eludir el protagonismo se retira para estar con su mujer. “No la falta atención y cariño, cuidan de ella, de mí… si es que Ballesol nos hace la vida más sencilla y feliz, sin ellos nada de lo que hago sería posible”. Repartir la vida entre su mujer y el ocio parece fácil, pero detrás hay dos mandamientos diarios para envejecer bien: la pasión por su mujer y la devoción por la interpretación.

 

Oportunidad en el teatro Ballesol

Lo dice orgulloso, pero sin alardear y con la voz baja. “Fíjate, mi mujer, mi hija y mi nieta son actrices”. Esta, Alicia Garau, tiene encandilados a los abuelos. Hace muy pocas semanas en el cumpleaños de ella, y junto a toda la familia en Ballesol, D. Luis le dedicó uno de sus monólogos. “Pero abuelo, ¡qué bien lo has hecho, qué naturalidad y desparpajo tienes!” dice que contestó la pequeña tras quedarse con la boca abierta por la actuación. Cumplido el sueño va camino del siguiente: “Como somos muy poquitos –sólo cuatro- para hacer teatro aquí, tengo que presentar monólogos, por eso aprovecho la ocasión para pedir a mis queridos Nacho y Vivi que me ayuden y me den una oportunidad de representar una obra de teatro en Ballesol con mi hija y nieta”. Y a ser posible, Don Juan Tenorio, aconseja mientras se despide en busca de los tres folios que debe de memorizar para dar vida a “Secundino”, su próximo monólogo.

 

Su voz casi nació antes que ella. Cuando a los cinco años Dª. Carmen Contreras mostró su dicción aterciopelada y llena de matices en una prueba de doblaje, aún no era consciente de que su vida sonaría tan bien para las películas, las series de televisión y el teatro.

 

Su voz casi nació antes que ella. Cuando a los cinco años Dª. Carmen Contreras mostró su dicción aterciopelada y llena de matices en una prueba de doblaje, aún no era consciente de que su vida sonaría tan bien para las películas, las series de televisión y el teatro, “porque también he sido muy buena actriz” puntualiza. Sus 82 años hablan en pasado sobre el escenario, pero su voz sigue siendo familiar para todos nosotros, y más cuando enumera algunas de las más de 400 películas en las que ha participado. “Esta semana he tenido dos doblajes, uno de ellos de una abuela muy mona”. Mientras ríe, piensa, mira alrededor del apartamento – “con tantos anglicismos, ¿ahora le llaman loft, verdad?”, dice con dudas- y agradece lo que siente en ese instante. “Vivo feliz en Ballesol Almogávares desde hace un año”. Tal vez porque desde que llegó hace un año todo han sido facilidades para seguir complementando su vida con su trabajo. Sus largos paseos diarios se prolongan hasta las dos horas, una tradición que esconde una confidencia y un éxito. “Antes estudiaba los personajes andando, paseando, podía volver de noche a casa, pero con el argumento y los diálogos en la cabeza”.

 

Dª Carmen nos comenta: “Vivo feliz en Ballesol Almogávares desde hace un año”.
Tal vez porque desde que llegó hace un año todo han sido facilidades para seguir complementando su vida con su trabajo.

 

Así empezó a poner voz a su historia. ¿Se acuerdan de la película “Lo que el Viento se llevó”? Pues allí estaba Dª Carmen poniéndole sentido a todo lo que hacía Ann Rutherford, la hermana menor de Scarlett O’Hara. “¿Y la voz de E.T.? Esa es mía”, y rápidamente recuerda uno de los pasajes más repetidos de la historia del cine: “mi casa, teléfono…”. Sus recuerdos no cesan de enumerarse en voces tan variadas como el niño de Tarzán, la señora Fratelli en los Goonies, la cocinera de la serie “Arriba y Abajo”… Y sin olvidar el teatro, al que asiste con regularidad, del que habla con pasión; y en el que conoció a su marido, Carlos Lloret, “un empresario teatral que me contrató después de verme en el teatro Barcelona cuando sólo tenía dieciocho años”. Su compromiso con el arte escénico es tal, que a los residentes de Ballesol Almogávares que se apuntan a los talleres de teatro siempre les dice que “el teatro no tiene edad”, y aunque ella no participa, su consejo y ánimo siempre está presente. Y es que no todos los días se cuenta con la experiencia de alguien que compartió escenario y amistad con Nuria Espert o Luis García Berlanga.

 

 

˝A trabajar, guapa˝

En un paseo por Ballesol Almogávares con Dª. Carmen uno se da cuenta lo mucho que la quieren y admiran. “Buenos días guapa, ¿ya nos vamos a trabajar?”. Una de las residentes aprovecha el momento para saber de ella “porque es difícil coincidir, siempre está haciendo cosas, pero se la ve en la gloria en la residencia”. Tan cierto como que cada día Dª. Carmen avisa casi uno por uno a los profesionales de Ballesol de que sale a trabajar, pasear o al teatro. “Somos como una familia, pero así nos quedamos todos tranquilos y sin preocupaciones”, concluye.