lunes, abril 29, 2024
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DULCE, CREMOSO Y FRÍO…¿QUÉ ES?

Con el verano, cambiamos de vestuario, nos pasamos a la ropa ligera y de algodón para sobrevivir a las altas temperaturas; buscamos una sombra, nos abanicamos, o estamos metidos en el agua de la piscina o del mar.

¡AL RICO HELADO!

Llega el verano y apetece bebidas frescas y comidas frías. En este listado incondicional de esta época no puede faltar el cremoso helado, que tantas veces nos alivia del calor y nos endulza. En este mundo gastronómico, ahora los sabores tradicionales como el chocolate, vainilla, fresa, limón, turrón o nata comparten mostrador con sabores tan extraños como el del salmón, el de un potaje o el propio queso… ¿pero cómo eran los primeros helados?

Los orígenes del helado se remontan a algunos siglos antes de Jesucristo, aunque apenas existen testimonios fiables. Los primeros relatos escritos acerca de su existencia proceden de China, cuna de los helados más primitivos, y cuentan que allí adoptaron la costumbre de mezclar la nieve de las montañas con frutas y miel y de ofrecer esta mezcolanza al final de las comidas, lo que significó los antecedentes del postre congelado.

A Europa el “postre frío” llegó de la mano del conocido viajero Marco Polo, quien introdujo las fórmulas o recetas para la preparación y elaboración de este producto tan universal que aprendió en sus viajes, y durante algún tiempo fue un alimento para privilegiados, exclusivo de reyes, aristócratas y personajes de alto rango social y político. Los helados, entonces, eran un elemento claro de distinción social.

ESPAÑA TRADICIÓN HELADERA

En España, el helado ha marcado épocas y costumbres. Siglo XVII. En aquel entonces ya se consumían en España sorbetes (fríos pero no congelados), y garrapiñas. Ambos productos eran enfriados con una mezcla de nieve y sal. Un siglo después, se hicieron populares las horchaterías y botillerías de las grandes ciudades: Madrid, Barcelona y Valencia. En estos establecimientos se vendían helados y bebidas heladas. Tal como relata Benito Pérez Galdós en Cánovas, en un café de Madrid se podría disfrutar de una refrescante leche merengada (helado hecho de leche, clara de huevo, canela y azúcar), mientras se escuchaba al pianista o al violinista.

Muchos españoles que no podían permitirse el lujo de ir al Café, la horchatería o botillería; se fabricaban sus propios helados con agua helada, extraída de la nieve, mezclada con zumo de fruta y metida en un molde, al que colocaron un palo dentro…

DESTERRANDO FALSOS MITOS…

Los helados engordan… El contenido energético de los helados es de tipo medio, por lo que se integran perfectamente en una dieta variada y equilibrada.
Los helados son golosinas que no alimentan… Es falso ya que los helados son alimentos que aportan contenidos de diversos nutrientes, especialmente proteínas, calcio y vitaminas.
Los helados provocan caries… Es falso porque los helados, aún siendo alimentos con cierto contenido en azúcares, no son especialmente cariogénicos ya que el tiempo de retención en la boca no es excesivo y su temperatura induce a la salivación.
Los diabéticos no pueden comer helado… Es falso porque partiendo de la base de que los diabéticos deben controlar rigurosamente su dieta, pueden disfrutar de helados especiales elaborados sin azúcar integrándolos de forma responsable en la misma.
Los helados contienen colesterol… También resulta falso porque el contenido en colesterol de los helados es moderado, por lo que si el consumo es razonable, la trascendencia de la presencia de colesterol en los helados es mínima.
Los helados irritan la garganta... Es falso ya que al saborear un helado en la boca se calienta a unos 10º, llegando a 20-30º en su camino al estómago. Por tanto, la temperatura del helado no ejerce efecto irritante ni dificulta una correcta digestión.


DICEN QUE…

  • Se ha descubierto que el helado no engorda si se ingiere de manera adecuada. Sus beneficios son demasiados como para desecharlos de las comidas cotidianas. Un reciente estudio estadounidense ha demostrado que el consumo de helado ayuda a perder peso, fortalece los huesos, quema grasas, regula la tensión arterial, suaviza los dolores menstruales, previene las piedras en el riñón y vigoriza el sistema inmunológico.
  • Una de las principales ideas que defiende el Libro Blanco de los Helados es que este alimento ha dejado de ser una golosina o un aporte extra de calorías para convertirse en un elemento más de nuestra dieta.
  • El consumo de 100g de helado más calórico (helados crema con cobertura de chocolate) suponen un aporte máximo de un 15% del total de las calorías que deben proporcionar diariamente los alimentos. En función de la naturaleza y cantidad de fruta que contengan, éstos pueden aportar dosis variables de vitaminas y minerales.
  • Los helados artesanales mejoran la calidad de vida de los enfermos oncológicos con trastornos nutricionales. Según un estudio presentado recientemente por los hospitales de Sabadell y Terrassa (Barcelona), los helados no sólo aportan el valor nutricional a enfermos con cáncer avanzado, sino que éstos mejoran de manera significativa su calidad de vida, la conducta y el estado general y disminuyen la angustia, la depresión y el cansancio.

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Redacción Revista Ballesol
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Equipo de redacción de la Revista Ballesol
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