lunes, abril 29, 2024
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CÉSAR PÉREZ DE TUDELA

César Pérez de Tudela es alpinista, periodista, escritor… Su currículum en la montaña impresiona. Ha sido uno de los máximos divulgadores del montañismo en España desde los años 60.

En su profesión de alpinista, destacan sus actividades en la cara Norte de los Alpes, la coronación por cuatro veces de la cima del Aconcagua, o la escalada invernal al mítico Naranjo de Bulnes. Nacido en 1940, Pérez de Tudela sabe lo que es sufrir en la montaña, ha sufrido ya dos infartos escalando, pero no por ello deja de hacer lo que más le gusta, además de escribir.

Usted es responsable de la popularización del alpinismo en España, y referencia para varias generaciones de montañeros. ¿En cuántas montañas ha clavado su piolet?

He sido un “mentalizador” y un divulgador  del alpinismo español desde hace más de 40 años a través de la televisión, radio y prensa. Además de mis libros y conferencias, pero fundamentalmente mi orgullo, creo muy legítimo, debe referirse a mis numerosas escaladas y ascensiones en muchas montañas de la Tierra. Creo que a estas alturas, tras 55 años de constante permanencia en las montañas, debo ser uno de los alpinistas y exploradores que más cimas ha podido alcanzar, repartidas por toda la geografía del mundo. No me gusta ceñirme a una sola área, como la moda de los últimos tiempos del Himalaya. Ha sido un gran privilegio que agradezco a la vida, manteniéndome vivo tanto tiempo, gracias a Dios.

Mi espíritu es muy poco conformista…

¿De cuántas temió no poder bajar con vida?

A mayor riesgo mayor vivencia. Creo honradamente que, como muchos otros alpinistas estoy, o estamos vivos, por designios de lo alto, es decir de milagro.

¿Cuáles son las montañas “malditas” para los alpinistas?

No existen montañas malditas. Las hay más peligrosas, más difíciles, más técnicas, más altas, más verticales o más extenuantes. Las montañas a las que usted se refiere son las que cuentan con más tragedias, tales como la famosa pared norte del Eiger, el Aconcagua, el Nanga Parbat, el K2, o el mismo Annapurna. Pero eso se debe a que todos los humanos sentimos una veneración por superar situaciones en las que otros compañeros de pasión han muerto. Las muertes animan a los vivos a tratar de repetir esas vivencias extremas.

¿Qué le parece la desenfrenada carrera de los “ochomiles” en la que están envueltos algunos alpinistas?

Las carreras no son para mí el modo adecuado de hacer alpinismo. El alpinismo de los “ochomiles” a mi parecer no es lo “más” del alpinismo, si no sólo una derivación del auténtico alpinismo. El difícil alpinismo de soledad y cordada, el que se realiza en vertientes desconocidas o paredes verticales de tantos otros sistemas montañosos del mundo, ese sí que puede llegar a ser verdaderamente difícil. Esta derivación del alpinismo, que es el “ochomilismo”, se centra siempre en las mismas montañas, que aunque son las más altas y las más conocidas, se encuentran preparadas por los sherpas con cuerdas fijas, y hasta con las huellas y marcas en la nieve para colocar los pies.Es una moda que se ha impuesto.

Da la sensación de que los deseos de récord y competición se han adueñado del viejo espíritu del alpinismo.

El alpinismo tradicional, el de la cordada, el que no practica carreras, el de ayuda al compañero sigue muy vivo pero fuera del interés social. Sólo existe lo que dicen los medios de información. Si no estás en televisiones, en revistas importantes, o en la radio, no estás vivo. Estamos en una sociedad mediática.

¿No hay “overbooking” en los “ochomiles”?

Sí. Cada vez van más alpinistas a ellos. Es la moda, y contra la moda no hay nada. El Annapurna ha vuelto a ganar prestigio este año gracias a la muerte de Tono Calafat y a los medios, como le ha ocurrido al K2 años antes. El Everest, al ser el más alto, está siempre de moda; es la montaña con más muertes, y esto sigue contribuyendo a aumentar su prestigio, a pesar de la instalación de anclajes para las cuerdas fijas y la reciente cobertura para los teléfonos móviles. El Everest es un “París-Dakar” para los alpinistas “ochomilistas”.

¿Se pudo evitar la muerte de Tolo Calafat?

Creo que no se pudo evitar. Nadie estaba en condiciones de bajarle por aquellas alturas cargando un cuerpo a las espaldas o haciendo una improvisada camilla, en donde hay grietas que cruzar, hundiéndose en la nieve, rodeando seracs… Creo que alguien que no puede andar está necesariamente perdido, salvo casos excepcionales. Pero nadie es responsable de su muerte. Quizás, en otros tiempos, cuando el Himalaya era una excepcionalidad en el alpinismo tradicional, las expediciones estaban más estructuradas, con personas muy seleccionadas, y en ellas podía darse esa posibilidad de sacrificio romántico de exponer la vida por un compañero –como ocurre en el alpinismo tradicional–. Y hay varios casos en la historia, en la que algún compañero se quedó tratando de salvar al amigo que no podía más, muriendo juntos.

“El reto es un resplandor en la vida de los hombres”

¿Qué le han aportado esas vivencias?

El reto es un resplandor en la vida de los hombres. Las vivencias, según Ortega, definen al ser humano. Cuanto más vivencia, más vida. Y yo, optimistamente, digo que también más juventud. Desgraciadamente mis infartos, primero en el Everest y luego en una montaña en el Tíbet, me han apartado algo de las montañas de máxima altura, pero realizo una actividad muy variada y de gran interés. Escalo para obtener reflexiones y estudiar las reacciones ante el miedo, ante el agotamiento, ante el peligro. El alpinismo es uno de los mejores observatorios del comportamiento humano.

¿Qué le ha enseñado la montaña que se pueda aplicar a la vida?

Desde el principio me di cuenta de que la escalada, las ascensiones de montaña y el alpinismo eran algo que había que ir traspasando a la vida de cada día. Ahora, en estos diez últimos años, las universidades y las grandes empresas se están dando cuenta que el alpinismo es una de las grandes escuelas de la vida, válido para enseñar a afrontar con sus enseñanzas las crisis de las empresas y de las personas. Juega con las verdaderas situaciones extremas. El alpinismo no es un juego en el que se gana o se pierde. En el gran alpinismo no perdemos el partido, perdemos la vida, y estas experiencias enseñan mucho a distinguir lo necesario de lo superfluo.

¿Es la montaña lo más parecido a la felicidad para usted?

No, la montaña sólo es lucha, incomodidad, esfuerzo, belleza, miedo, provocación o reto. La montaña es un duro peregrinaje a la cima de la vida. La felicidad es estar de acuerdo con uno mismo cuando desciende a la tierra.

¿Cuáles han sido sus mejores y sus peores momentos?

Ser alpinista es estar preparado para las tragedias. Mi vida es ya muy larga y ojalá se prolongue aún mucho más. He tenido mucha suerte y mucha ayuda de Dios. He vivido muchas tragedias y muchos momentos de exaltación por el éxito alcanzado que nunca me ha hecho soberbio o arrogante. Estoy escribiendo mis memorias y yo mismo me encuentro abrumado de tantos momentos gloriosos para mi espíritu, y de tantos otros terribles sobrellevados. Creo sinceramente que no es posible ser únicamente feliz, sin haber sido antes desgraciado, esperando siempre que la vida se apiade de nosotros.

¿El montañismo es ecologismo por definición?

No. No tiene nada que ver. Hay alpinistas que no saben cuidar el paisaje

¿Tiene algún desafío pendiente?

Sí. Mi espíritu es muy poco conformista. Quiero seguir viviendo la aventura y el peligro, aunque cada vez me dé más miedo. Este mes de julio querría estar sobre la cima del Khan Tengri, en el Tien Shan, unas montañas muy altas y frías al norte del Himalaya. Ojalá lo consiga sin demasiados esfuerzos. También tengo otras cimas pendientes, libros por terminar y conferencias por pronunciar.

“Quiero seguir viviendo la aventura y el peligro, aunque cada vez me dé más miedo”

¿Cuáles son los picos emblemáticos del mundo?

Tengo que reconocer que el Everest lo es, junto al K2, el Annapurna y el Nanga Parbat, pero nunca podemos olvidar al Mont Blanc, ni al Cervino, ni al Eiger, o la Verte, a las Dolomitas, al Cáucaso, a la preciosa cordillera Blanca del Perú, los picos de la Patagonia, el Ararat, el monte Sarmiento, el Usbha…

¿Y de España?

En España están unas cimas extraordinarias: el Monte Perdido, el Naranjo de Bulnes, el Tozal del Mallo, el Torreón de los Galayos en Gredos, Montserrat y tantas esbeltas montañas más que nos enriquecen el horizonte de la vida.

¿Cómo es el César Pérez de Tudela escritor?

Soy poco conocido como escritor. Es cierto que me han editado muchos libros, unos 35, pero nadie me considera escritor, y eso que algunos de mis títulos de literatura juvenil tuvieron mucho éxito. Tengo mucha ilusión por mis libros. Es mi herencia a esta sociedad, que a veces me desprecia, pero lo considero un deber. Estoy siendo y he sido un privilegiado que está llevando una vida extraordinaria y debo de hacer algo por devolver a los demás esa oportunidad que nunca he desaprovechado.

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Redacción Revista Ballesol
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Equipo de redacción de la Revista Ballesol
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